"Dios cambió todo
para bien." (Génesis 50:20 TLA)
Cuando te enfrentas a un reto, salen a la luz capacidades
escondidas que, de no haber sido así, habrían seguido dormidas. Del mismo modo
en que descubres lo que hay en el tubo de la pasta de dientes cuando lo
aprietas, la adversidad revela qué tienes adentro. A veces decimos: "Yo no
podría soportar lo que fulano pasó. Me moriría". Pero cuando lo pasas,
mira por dónde, te sigue latiendo el corazón; porque la vida sigue. No sabes de
lo que eres capaz hasta que te toca. Los sabios siempre han comprendido la
relación que existe entre el sufrimiento y el crecimiento. Mencio, el sabio
chino, dijo: 'Cuando el cielo está a punto de conferir una importante misión a
un hombre, pondrá obstáculos en su camino para estimular su mente, fortalecer
su carácter y llevarle a mejorar en sus debilidades'.
Dios podría haberle dejado a Abraham en la comodidad de
Ur, y a Moisés en el esplendor de la corte de Faraón. Podría haberle ahorrado
el foso de los leones a Daniel, la cautividad a Nehemías, el gran pez a Jonás;
podría haber evitado que Ester fuera amenazada, que Jeremías fuera rechazado y
que Pablo naufragara. Pero no lo hizo. De
hecho, Dios usó cada una de estas pruebas para acercarlos más a Él, para que
tuvieran perseverancia, firmeza de carácter y esperanza.
Se suele decir: "La letra, con sangre entra".
Pero adivina quién es el mejor maestro: ¡La adversidad! O te enfrentas a ella
con Dios, o sin Él. Los que no tienen a Dios observan lo que haces, y cuando
vean cómo te sostiene tu fe y cómo te ayuda Dios en el camino, se interesarán
por lo que tengas que decir. ¡Y no antes!
"Por amor de Sión no callaré y por amor de Jerusalén
no descansaré... hasta que restablezca a Jerusalén y la ponga por alabanza en
la Tierra..." (Isaías 62:1,7)
BOB Y DEBBIE GASS - (Devocional "LA PALABRA
PARA HOY")