¿CÓMO PUEDE SER CORRECTO PARA DIOS JUSTIFICAR AL IMPÍO?
Por John Piper
(Desiring God)
Romanos 3:20-4:5
En el corazón de
nuestro evangelio hay una verdad que a primera vista ofende el sentido judicial
de las personas perspicaces. Ese sentido judicial está expresado por el sabio
del Antiguo Testamento en Proverbios
17:15 “El que justifica al impío, y el que condena al justo,
Ambos son igualmente abominación a Jehová” (c.f. Prov 24:24).
Nosotros derribamos llenos de indignación a los jueces que absuelven al
culpable. Nuestra sensibilidad moral es ultrajada cuando al mal y la culpa no
se le dan sanciones legales. Sin embargo, en el corazón de nuestro evangelio
permanece la oración: Dios justifica al impío que cree en Él. Dios absuelve al
culpable. ¡Esto es el evangelio! ¿Pero cómo puede ser correcto para Dios hacer
esto?
¿Por qué se debe
reflexionar sobre esta cuestión?
Alguien podría decir,
‘No te preocupes con el por qué Dios es justo cuando hace lo que hace. Si dice
que lo hace, sólo confía en que es lo correcto. No dudes de tu Creador’. Ahora
bien, yo admiro una confianza tan fuerte en la justicia de Dios. Y es cierto
que Dios es bastamente más sabio, más elevado, y más profundo que nosotros,
tanto que lo que a primera vista para nosotros puede parecer incorrecto, es
correcto cuando todo lo que Dios conoce es tomado en cuenta. Pero el deseo de
conocer cómo puede ser correcto para Dios absolver al culpable, no fluye
necesariamente de la duda. Existen al menos otras dos razones que nos mueven a
hacer esta pregunta:
-Una, es las ansias de admirar la profundidad de la
sabiduría de Dios.
Cuando usted admira la perspicacia fisiológica dentro de los misterios del
cuerpo humano, sus preguntas “¿cómo puede ser esto?, ¿cómo puede ser aquello?”
no necesariamente vienen de la duda. Pueden venir del puro deleite que nos
proporciona ver la asombrosa complejidad de la forma en que nuestros cuerpos
funcionan. Considero una señal muy importante de que una persona ama a Dios, si
desea conocer mejor a Dios, ver aun más profundo dentro del corazón divino,
para admirar y adorar y disfrutar de Dios más intensamente.
-La otra razón para querer saber cómo es correcto para
Dios justificar al impío, es el deseo de eliminar tantas piedras de tropiezo
innecesarias como sea posible, que nos impidan aprobar razonablemente la manera
de actuar de Dios. El deseo de exonerar a Dios no es malo mientras no
distorsionamos su verdad para hacerlo aceptable ante las personas de mente
mundana. Si Dios ha revelado el ‘cómo’ y ‘por qué’ de su acción, entonces no
deberíamos vacilar en explicarlos claramente, para ayudar a las personas a ver,
y así, sincera y razonablemente aprobar la sabiduría y justicia de Dios.
Es obvio por Romanos 3:21-26 que Dios ha dado una
respuesta a nuestra pregunta y por tanto debe querer que la consideremos. Eso
es lo que quiero que hagamos ahora en la preparación de nuestro servicio de
Santa Cena. Sigamos el pensamiento de Pablo aquí en estos versículos.
EL PROBLEMA DE LA JUSTICIA DE DIOS. Hasta el versículo 21
de Romanos 3, Pablo ha mostrado que todos los hombres están bajo pecado y
quedan bajo el juicio de Dios. Ahora Pablo dirige su atención hacia el remedio
de la enfermedad universal, que es el pecado, y el juicio. “Pero ahora, aparte
de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por
los profetas; (22) la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para
todos los que creen en él”. Esta es la mejor noticia del mundo para quienes
sentimos nuestra culpa ante Dios y conocemos que nuestra justicia es
completamente inadecuada para ganar el favor de Dios. La buena noticia es que
Dios, en su gran amor, ha provisto una justicia disponible para todo aquel que
encuentre su confianza para la vida, en Jesucristo. No podemos trabajar para
ganarnos este regalo, ameritarlo, o merecerlo; pero está allí para todo aquel
que ponga su esperanza en Cristo.
Romanos 4:4-5 deja
esto claro: “Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino
como deuda; (5) mas al que no obra [no trata de ganar, ameritar, o merecerse el
regalo de Dios], sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada
por justicia”. La buena noticia es que existe un indulto gratuito para el
culpable que deja de tratar de impresionar a Dios y a los hombres, y en lugar
de eso, descansa en Jesús. No existe medicamento humano o recreo que pueda
tranquilizar a la conciencia culpable como puede hacerlo esta verdad. Anhelo que usted la tome para sí y salga
hoy de este lugar con la verdad de Cristo.
Pero ahora esta
inmensamente buena noticia creaba un problema para el apóstol Pablo, con el
cual, con la ayuda de Dios, lidia en los versículos 24-26. El versículo 24 dice
“…siendo justificados gratuitamente por su gracia”. Pero no se detiene ahí. Va
más profundo y da las bases o los cimientos de la justificación. La absolución
del culpable tiene lugar sobre las bases de una transacción divina que ocurre
en la experiencia de Cristo. Esta transacción es llamada “redención” en el
versículo 24, es decir, compra o rescate. Algo ocurrió en la muerte de Jesús
que es tan estupendo que sirve como base para perdonar a millones y millones de
pecadores que confían en Cristo. ¿Qué fue lo que ocurrió?
Pablo da la respuesta en los versículos 25 y 26: “… a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados”.
Pablo da la respuesta en los versículos 25 y 26: “… a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados”.
Aquí vemos el problema que la justificación del impío
causaba para Pablo. La justicia de Dios está llamada a ser cuestionada por
haber pasado por alto los pecados. Dios está ahora pasando por alto los
pecados de aquellos que confían en Jesús. Y el capítulo 4 en los versículos 6
al 8 muestra que Dios ha estado haciendo lo mismo durante generaciones, a los
que confían en él. “Como también David habla de la bienaventuranza del hombre a
quien Dios atribuye justicia sin obras, 7diciendo: Bienaventurados aquellos
cuyas iniquidades son perdonadas, Y cuyos pecados son cubiertos. Bienaventurado
el varón a quien el Señor no inculpa de pecado”. Dios ha pasado por alto los
pecados de ancianos cuando justificó a Abraham y a David por fe, y ahora está
pasando por alto los pecados de todos los que confíen en Jesús. Y Pablo dice en
el versículo 25 que a causa de esto la justicia de Dios está siendo
cuestionada, tanto que tiene que demostrar su justicia poniendo a Cristo como
propiciación mediante la fe en su sangre.
Pero ¿por qué está siendo cuestionada la justicia de Dios cuando pasa por alto los pecados y justifica al impío? La razón no es que esto confirmará a los pecadores en su perversidad y perpetuará su pecado, la fe salvadora siempre transforma al pecador. Dios siempre santifica a aquellos que justifica. Por tanto, el perdón del culpable no regresa a los violadores a las calles, produce transformación mediante el Espíritu Santo. Así que la justificación del impío no llama a la justicia del Dios a ser cuestionada porque podría perpetuar el pecado. La verdadera razón, pienso yo, es que el pecado siempre es un desprecio hacia la gloria de Dios, y por tanto al Dios pasarlo por alto, parece como si estuviera de acuerdo en que su gloria carece de valor. Ello hace que Dios parezca como si no fuera honesto consigo mismo. Ello hace ver a Dios como si ya no tuviera el propósito de demostrar su gloria o preservar su honra. Pero si Dios niega su propio infinito valor, entonces no solo está dejando de ser verdadero consigo mismo, sino que también la gloria por la que su pueblo ha esperado es devaluada de su valor supremo. Esto sería el ultraje supremo y colmo de la injusticia.
Pero ¿por qué está siendo cuestionada la justicia de Dios cuando pasa por alto los pecados y justifica al impío? La razón no es que esto confirmará a los pecadores en su perversidad y perpetuará su pecado, la fe salvadora siempre transforma al pecador. Dios siempre santifica a aquellos que justifica. Por tanto, el perdón del culpable no regresa a los violadores a las calles, produce transformación mediante el Espíritu Santo. Así que la justificación del impío no llama a la justicia del Dios a ser cuestionada porque podría perpetuar el pecado. La verdadera razón, pienso yo, es que el pecado siempre es un desprecio hacia la gloria de Dios, y por tanto al Dios pasarlo por alto, parece como si estuviera de acuerdo en que su gloria carece de valor. Ello hace que Dios parezca como si no fuera honesto consigo mismo. Ello hace ver a Dios como si ya no tuviera el propósito de demostrar su gloria o preservar su honra. Pero si Dios niega su propio infinito valor, entonces no solo está dejando de ser verdadero consigo mismo, sino que también la gloria por la que su pueblo ha esperado es devaluada de su valor supremo. Esto sería el ultraje supremo y colmo de la injusticia.
La razón por la que
pienso que es esta horrible posibilidad la que llama a la justicia de Dios a
ser cuestionada es que en Romanos 3:23 y 1:21, la esencia del pecado parece ser
rehusarnos a glorificar y honrar a Dios. El versículo 23 dice: “por cuanto
todos pecaron, y están destituidos [o privados] de la gloria de Dios” Romanos
1:21-23 explica lo que esto quiere decir, “Pues habiendo conocido a Dios, no le
glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias […] profesando ser sabios, se
hicieron necios, (23) y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza
de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles”. El
hombre natural siempre se deleita más en la gloria de las cosas creadas que en
la gloria de Dios. Y al hacer eso cambia la gloria de Dios y por lo tanto queda
destituido o privado de ella.
Por tanto, cuando Dios pasa por alto un pecado que tanto
menosprecia su gloria parece como si considerara que su gloria carece de valor. Pero sería
incorrecto que Dios no preservara su honra, ni la mostrara. Él estaría siendo
injusto si actuara de esta manera. Ese es el meollo del problema de Pablo con
la justificación del impío. Esto hace ver a Dios (al absolver a personas que
han pisoteado su gloria en el lodo) como si ya no valorara su gloria.
LA REIVINDICACIÓN DE LA JUSTICIA DE DIOS. Su solución, en una
palabra, es la muerte de Cristo. Según el versículo 25, Dios pone a Cristo como
propiciación “por medio de […] su sangre”, i.e. por medio de su muerte. ¿Cómo
podría Dios mantener el valor de su propia gloria y todavía ser justo; y, sin
embargo, justificar al impío cuyo pecado ha mancillado y despreciado esa
gloria? La respuesta dada en los versículos 25 y 26 es: Enviando a Cristo a
morir y demostrando así la justicia de Dios. Pero ¿cómo la muerte del Hijo de
Dios demostraba la justicia de Dios, su lealtad al valor de su propia gloria?
Pablo no nos explica
esto claramente, en detalles, pero pienso que podemos unir brevemente las
piezas. Conocemos de otras Escrituras que todo lo que Jesús hizo en su vida y
muerte, lo hizo para la gloria de su Padre. Por ejemplo, cuando Jesús se
aproxima a la hora de Su muerte, dice, “Hora está turbada mi alma; ¿y qué diré?
¿Padre, sálvame de esta hora? Mas para esto he llegado a esta hora. Padre,
glorifica tu nombre. Entonces vino una voz del cielo: Lo he glorificado, y lo
glorificaré otra vez” (Juan 12:27-28). Luego, cuando Judas había partido de la
Última Cena, y su muerte era inminente. Dijo, “Ahora es glorificado el Hijo del
Hombre, y Dios es glorificado en él” (Juan 13:31). Finalmente en la gran
oración de Jesús en Juan 17, ve su muerte como casi completa y dice “o te he
glorificado en la tierra [Padre]; he acabado la obra que me diste que hiciese”
(17:4).
Lo que vemos en este
texto es que todo lo que Jesús sufrió, lo sufrió para el bien de la gloria de
Dios. Por tanto, todo su dolor, vergüenza, deshonra, y humillación sirvió para
magnificar la gloria del Padre, porque mostró cuan infinitamente valiosa es la
gloria de Dios, de manera que una perdida como esa debía ser sufrida por su
bien. Cuando miramos a la terrible muerte que sufrió el perfectamente inocente
e infinitamente valioso Hijo de Dios en la cruz, y escuchamos que sufrió todo
eso para que la gloria de su Padre pudiera ser restaurada, entonces sabemos que
Dios no ha negado el valor de su propia gloria. Dios no ha dejado de ser
verdadero consigo mismo, no ha dejado de defender su honra y mostrar su gloria,
él es justo. La horrible muerte del Hijo es el medio por el cual el Padre puede
ser ambas cosas, justo, y el único que justifica al impío que tiene fe en
Jesús.
Este es un
pensamiento glorioso. Nuestra justificación no está basada en una
sentimentalidad débil. Está basada en la inconmovible Roca de la inaccesible
justicia de Dios, demostrada en la muerte y certificada en la resurrección de
nuestro Señor Jesucristo. Oro para que la Palabra sea una raíz profunda y una
gran fortaleza a nuestra fe cuando conmemoremos la muerte de nuestro Señor
juntos.


