CÓMO PASAR EL DÍA CON
DIOS
Por Richard Baxter
Una vida santa es propensa a ser más fácil cuando sabemos la secuencia y
método de nuestras responsabilidades con todas las cosas acomodándose en su
lugar apropiado. Por lo tanto, os daré algunas breves directrices para pasar el
día de una manera santa.
-EL DORMIR. Mide apropiadamente el tiempo de tu sueño de manera que no malgastes tus
preciosas horas de la mañana de forma lenta y pesada en tu cama. Que el tiempo
de tu sueño se corresponda con tu salud y trabajo, y no con el placer perezoso.
-PRIMEROS PENSAMIENTOS. Haz que Dios tenga tus primeros pensamientos al despertarte; levantad
vuestros corazones a Él de manera reverente y con acción de gracias por el
descanso disfrutado la noche anterior y entregaos vosotros mismos a Él por el
día que continúa. Familiarízate de manera tan consistente con esto que tu
conciencia pueda inspeccionarte cuando los pensamientos comunes se entrometan
de primeros. Piensa en la misericordia del descanso de una noche y de cuántos
han pasado esa noche en el Infierno; cuántos en prisión; cuántos en
alojamientos fríos y duros; cuántos sufriendo de dolores y enfermedades
agonizantes, cansados de sus lechos y de sus vidas. Piensa en cuántas almas
fueron llamadas de sus cuerpos esa noche para aparecer aterrados ante Dios y,
¡piensa en cuán rápidamente pasan los días y las noches! ¡Con cuánta rapidez se
fue tu noche pasada y vendrá tu día de mañana! Pon atención de aquello que le
está faltando a tu alma en preparación para tal tiempo y búscalo sin demora.
-ORACIÓN. Que la oración que haces a solas (o con tu cónyuge) tome lugar antes de la
oración colectiva de la familia. Si es posible que sea de primero, antes que
cualquier trabajo del día.
-ADORACIÓN EN FAMILIA. Que la adoración en familia se realice de manera consistente en un momento
cuando sea más probable para la familia el estar libre de interrupciones.
-PROPÓSITO ÚLTIMO. Recuerda tu propósito último, y cuando te dispongas para tu día de trabajo
o emprendas cualquier actividad en el mundo, que la SANTIDAD AL SEÑOR esté
escrita en vuestros corazones en todo lo que hagan. No hagas ninguna actividad
sobre la cual no puedas dar derechos a Dios, y di verdaderamente que Él te ha
establecido en ello, y no hagas nada en el mundo para ningún otro propósito
último que no sea agradar, glorificar y disfrutar de Él. “Hacedlo todo para la
gloria de Dios.” (1 Corintios 10:31).
-DILIGENCIA EN VUESTRO
LLAMADO. Dedícate a las tareas de tu llamado de manera cuidadosa y
diligente. De esta forma: Mostraréis que no sois perezosos ni siervos de
vuestra carne (como aquellos que no pueden negarla con facilidad), y así
fomentarás el poner a la muerte todos los deseos y pasiones carnales que son
alimentados por la facilidad y la holgazanería. Mantendrás alejados los
pensamientos ociosos de tu mente, que pululan en las mentes de las personas
frívolas. No perderás tiempo precioso, algo de lo cual las personas frívolas
son culpables diariamente. Estarás camino de obedecer a Dios mientras que los
perezosos se encuentran en constantes pecados de omisión. Puedes tener más
tiempo para pasarlo en deberes santos si te dedicas a tu ocupación de manera
diligente. Las personas frívolas no tienen tiempo para la oración y la lectura
porque pierden tiempo vagando en su trabajo. Puedes esperar la bendición de
Dios y su provisión confortable tanto para ti como para tu familia. Esto
también puede estimular la salud de tu cuerpo el cual incrementará su
competencia para el servicio de vuestra alma.
-LAS TENTACIONES Y LAS
COSAS QUE CORROMPEN. Mantente totalmente al
corriente de tus tentaciones y de las cosas que puedan corromperte -y vigílalas
durante todo el día-. Debieses vigilar, de manera especial, las cosas más
peligrosas que corrompen, y aquellas tentaciones que tu compañía o negocio
inevitablemente pondrán ante ti. Vigila los pecados dominantes de la
incredulidad: la hipocresía, el egoísmo, el orgullo, la complacencia de la
carne y el amor excesivo por las cosas terrenales. Ten cuidado de ser
arrastrado hacia la mentalidad mundana y a las preocupaciones excesivas, o de
planes codiciosos para descollar en el mundo, bajo la pretensión de diligencia
en tu llamado. Si has hacer tratos o comerciar con otros, sé vigilante en
contra del egoísmo y todo lo que huela a injusticia o falta de caridad. En
todos tus tratos con otros, mantente vigilante contra la tentación de la charla
vacía y frívola. Vigila también a aquellas personas que te tentarán a la ira.
Mantén la modestia y la limpieza del lenguaje que requieren las leyes de la
pureza. Si conversas con aduladores, mantente en guardia contra el orgullo
hinchado. Si conversas con aquellos que te desprecian y hieren, fortalécete en
contra del orgullo vengativo e impaciente. Al principio estas cosas serán muy
difíciles, mientras el pecado tenga alguna fuerza en ti, pero una vez que hayas
alcanzado una conciencia continua del peligro venenoso de cualquiera de estos
pecados, tu corazón los evitará fácilmente y de buena gana.
-MEDITACIÓN. Cuando te encuentres solo en tus ocupaciones, mejora el tiempo con
meditaciones prácticas y benéficas. Medita en la bondad y en las perfecciones
infinitas de Dios; en Cristo y la redención; en el Cielo y en cuán indigno eres
de ir allí y cómo mereces la miseria eterna en el Infierno.
-EL ÚNICO MOTIVO. Cualquier cosa que estés haciendo, acompañado o solo, hazlo todo para la
gloria de Dios (1 Corintios 10:31). De otra forma, es algo inaceptable para
Dios.
-REDIMIENDO EL TIEMPO. Asígnale un gran valor a tu tiempo, sé más cuidadoso de no perderlo como lo
eres de no perder tu dinero. No dejes que las recreaciones sin valor, la
televisión, la charla frívola, la compañía poco provechosa, o el sueño, te
roben tu precioso tiempo. Sé más cuidadoso en escapar de esa persona, acción o
curso de vida que te robaría tu tiempo de lo que serías en escapar de ladrones
y asaltadores. Asegúrate que no estés meramente ocupado, sino más bien que
estás usando tu tiempo en la manera más provechosa que puedas y no prefieras un
camino menos provechoso ante uno de mayor provecho.
-COMER Y BEBER. Come y bebe con moderación y agradecimiento por la salud, no por placer sin
provecho. Nunca complazcas tu apetito por la comida o la bebida cuando sea
propensa a perjudicar tu salud. Recuerda el pecado de Sodoma: “He aquí que esta
fue la maldad de Sodoma tu hermana: soberbia, saciedad de pan, y abundancia de
ociosidad tuvieron ella y sus hijas” (Ezequiel 16:49). El Apóstol Pablo lloraba
cuando mencionaba a aquellos “enemigos de la cruz de Cristo... el fin de los
cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza;
que sólo piensan en lo terrenal” (Filipenses 3:18-19). Porque si vivís conforme
a la carne, moriréis (Romanos 8:13).
-PECADOS PREDOMINANTES. Si alguna tentación prevalece en tu contra y caes en cualquier pecado
además de las fallas habituales, laméntalo inmediatamente y confiésalo a Dios;
arrepiéntete rápidamente cualquiera que sea el costo. Ciertamente que te
costará más si continúas en el pecado y permaneces sin arrepentirte. No trates
de manera trivial tus fallas habituales, sino confiésalas y lucha contra ellas
diariamente, teniendo cuidado de no agravarlas por la falta de arrepentimiento
y el desprecio.
-RELACIONES. Acuérdate cada día de las obligaciones especiales de las varias relaciones:
sea como esposos, esposas, hijos, jefes, siervos, pastores, magistrados,
súbditos. Recuerda que toda relación tiene su responsabilidad especial y su
ventaja para hacer algún bien. Dios requiere tu fidelidad en este asunto lo
mismo que en cualquier otro deber.
-CERRANDO EL DÍA. Antes de regresar a dormir, es sabio y necesario revisar las acciones y
bendiciones del día que ya va pasando, para que podáis estar agradecidos por
todas las misericordias especiales y humildes por todos tus pecados. Esto es
necesario para que puedas renovar tu arrepentimiento lo mismo que vuestra
resolución de obedecer, y para que podáis examinaros vosotros mismos para ver
si vuestra alma se hizo mejor o peor, si el pecado ha bajado y la gracia ha
subido y si estáis mejor preparados para el sufrimiento, la muerte y la
eternidad.
Que estas directrices puedan grabarse en tu mente y que se hagan la
práctica diaria de tu vida. Si te adhieres con sinceridad a ellas, te
conducirán a la santidad, la fructificación y la quietud de tu vida y te
añadirán una muerte confortable y pacífica.

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