No estamos en
libertad de orar al azar por cualquier cosa que nuestras mentes egoístas puedan
concebir, ni estamos autorizados a entrar en Su presencia y ventilar nuestras
ideas tontas y divagaciones sin sentido. Si Dios aprobara todas nuestras
peticiones sin criterio, terminaría entregando su gloria.
Hay una ley de la
oración, una ley destinada a eliminar las oraciones egoístas, mientras que al
mismo tiempo hace posible que los íntegros pidan confiadamente. En otras
palabras, podemos orar por cualquier cosa que queramos, siempre que sea Su
voluntad.
“Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos
alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en
cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos
hecho.”(1 Juan 5:14-15).
Los discípulos no
estaban orando de acuerdo a la voluntad de Dios cuando oraron con afán de
venganza. Ellos pidieron a Dios de esta manera: “Señor, ¿quieres que mandemos
que descienda fuego del cielo…y los consuma? Entonces volviéndose él, los
reprendió, diciendo: Vosotros no sabéis de qué espíritu sois” (Lucas 9:54-55).
Job, en su dolor, le
suplicó a Dios que le quitara su vida. ¿Y si Dios hubiese contestado su
oración? Tal oración es contraria a la voluntad de Dios. La Palabra advierte:
“No te des prisa con tu boca, ni tu corazón se apresure a proferir palabra
delante de Dios” (Eclesiastés 5:2).
Daniel oró de la manera correcta. En primer lugar, fue
a las Escrituras y buscó cuál era la mente de Dios. Entonces, después de
recibir instrucciones claras, y estando seguro de la voluntad de Dios, corrió hacia
el trono de Dios con una poderosa confianza. “Y volví mi rostro a Dios el
Señor, buscándole en oración” (Daniel 9:3).
Sabemos demasiado
acerca de lo que queremos y muy poco acerca de lo que Dios quiere. Nuestras
oraciones son abortadas cuando no están de acuerdo con Su voluntad.
DAVID WILKERSON - (Devocional Diario “ORACIONES”)