"En Dios solamente está acallada mi alma; de él
viene mi salvación." (Salmo 62:1)
¡Bendita postura!
Esperar verdadera y únicamente en el Señor. Esta debe ser nuestra condición
durante todo este día, y cada día. Esperar lo que a Él le agrade, esperar en Su
servicio, esperar en gozosa esperanza, esperar en oración y contentamiento.
Cuando la propia alma espera de esta manera, está en la mejor y más verdadera
condición de una criatura delante de su Creador, de un siervo delante de su
Señor y de un hijo delante de su Padre. No toleramos intentar prescribirle a
Dios, ni quejarnos delante de Dios; no permitiremos ninguna petulancia, ni
ninguna desconfianza. Al mismo tiempo, no acostumbramos correr delante de la
nube, ni buscar la ayuda en los demás: nada de esto sería tener el alma
acallada en Dios. Dios, y sólo Dios, es
la esperanza de nuestros corazones.
¡Bendita seguridad!
De Él nos viene la salvación y viene en camino. Vendrá de Él, y de nadie más.
Él recibirá toda la gloria por ello, pues sólo Él puede y quiere darnos la
salvación. Y Él lo hará con toda certeza en el tiempo y en la manera establecidos
por Él. Él salvará de la duda y del sufrimiento, y de la calumnia, y de la
turbación. Aunque todavía no veamos ninguna señal de salvación, estamos
satisfechos de aguardar la voluntad del Señor, pues no tenemos desconfianza de
Su amor y fidelidad. Él hará Su obra con certeza en breve, y nosotros le
alabaremos por la misericordia venidera.
CHARLES SPURGEON - (Devocional "MEDITACIÓN DE HOY")