“Jesús extendió
la mano y le tocó…” Mateo 8:3 (Leer: Mt 8:1–4)
A Kiley le encantó la idea de ir a una zona remota de
África oriental para ayudar en una misión médica, pero estaba intranquila. No
tenía experiencia médica. Aun así, podía proporcionar primeros auxilios.
Mientras estaba allí, conoció a una mujer con una
enfermedad espantosa pero curable. La pierna deformada de la mujer la
impre-sionaba, pero Kiley sabía que tenía que hacer algo. Mientras le limpiaba y
vendaba la pierna, su paciente empezó a llorar. Preocu-pada, Kiley le preguntó
si la estaba lastimando. «No —respondió—. Es la primera vez que alguien me toca
en nueve años».
La lepra es otra enfermedad que puede hacer que sus
víctimas sean repulsivas para los demás, y en la antigua cultura judía, había
pautas estrictas para evitar su contagio. Sobre el leproso, la ley declaraba:
«habitará solo; fuera del campamento será su morada» (Levítico 13:46).
Por eso es tan
increíble que un leproso se acercara a Jesús para pedirle: «Señor, si quieres, puedes limpiarme» (Mateo 8:2).
«Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio» (v. 3).
Al tocar la pierna enferma de una mujer solitaria, Kiley
empezó a mostrar el amor valiente de Jesús, que tiende puentes. Un solo toque
marcó la diferencia.
Señor, quiero expresar el amor valiente que demostraste
al caminar sobre esta Tierra.
¿Qué puede pasar si superamos el temor y permitimos que
Dios nos utilice?
(La Biblia en
un año: 1 Reyes 12–13 — Lucas 22:1–20)
TIM GUSTAFSON -
(DEVOCIONAL “NUESTRO PAN DIARIO")