“Y esto hago por causa del evangelio, para hacerme
copartícipe de él. ¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la
verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo
obtengáis.” 1ª Corintios 9:23-24 (Leer:
1ª Corintios 9:25-27)
El Camino es el
camino de la disciplina. Ayer vi un hermoso olmo, que había sido arrancado por
la tormenta porque algunas de las raíces habían estrangulado el árbol. Se habían
enredado alrededor de la base del tronco, bajo tierra, de manera que las mismas
cosas hechas para sostenerlo, lo habían estrangulado.
Nuestros
instintos naturales nos han sido dados para soste-nernos, pero si se salen de su
lugar pueden estrangularnos. El sexo consagrado sostiene, pero el sexo fuera de
su lugar, tomado como un fin en sí, se envuelve alrededor del resto de la vida
y estrangula. El yo consagrado sostiene, pero si el yo viene a ser el centro de
la vida, puede estrangular la personalidad. El defecto de las raíces de aquel árbol
caído era que, en lugar de extenderse, se habían replegado sobre sí mismas y se
habían envuelto en el tronco. No estaban disciplinadas para el cumplimiento de
su propósito original. Lo natural se había tornado anti-natural.
El Dr. Carlos
Mayo, uno de los más grandes cirujanos del mundo, entró a una sala arrastrando
lastimosamente una de sus piernas. Un amigo mío le preguntó qué le ocurría.
Respondió: “Hay un pasaje en la Biblia que dice: ‘Me hicieron cuidador de viñas,
pero mi propia viña no la cuidé.’ Vi que esto se me venía encima, pero no le
presté atención.” No se había disciplinado a sí mismo para seguir el consejo que
daba a los demás y como consecuencia arrastraba una pierna paralítica por la
vida. Muchos de nosotros nos arrastramos
paralíticos por la vida porque no queremos disciplinarnos según lo que ya
conocemos. Nos dicen que la civilización depende de la capa de nueve
pulgadas de la superficie de la Tierra; si ella desaparece, desaparecemos
nosotros con ella. Y sin embargo hemos desperdiciado esas nueve pulgadas, con
el resultado de que millones de hombres languidecen en suelos erosionados y
empobrecidos, logrando un precario vivir en desiertos de polvo. La falta de
disciplina repercute en cuerpos desnutridos y civili-zaciones decadentes.
Nuestra falta de disciplina personal repercute en almas y cuerpos empobrecidos
y una vida espiritual decadente.
Levanté mi
vista de lo que estaba escribiendo en un tren y vi estas palabras en una
palanca: “Levante para soltarla”. Tenemos que levantar nuestra vida para
liberarla.
ORACIÓN. Oh Cristo, ayúdame a elevar mis
capacidades a tus propó-sitos y planes; entonces seré liberado y verdaderamente
libre. Estoy encadenado por las cosas locales que me llaman. Dame una mira que
alcance lejos y un propósito de largo aliento. Amén.
AFIRMACIÓN PARA EL DÍA. "Yo soy el
Eterno… que te enseña para tu bien" (Isaías 48:17).
E. STANLEY JONES - (DEVOCIONAL DIARIO “EL CAMINO”)