“Así que ya no
sois extranjeros ni advenedizos, sino conciu-dadanos de los santos, y miembros
de la familia de Dios” Efesios 2:19 (Leer: Efesios 2:11-22)
Un joven refugiado africano, llamado Esteban, es un
hombre sin nación. Cree que nació en Mozambique o en Zimbabue, pero nunca
conoció a su padre, y su madre murió. Sin identificación e incapaz de demostrar
dónde había nacido, Esteban entró en una estación de policía británica y pidió
que lo arrestaran. La cárcel le parecía mejor que vagar por las calles, sin
derechos ni beneficios ciudadanos.
Al escribir su carta a los efesios, Pablo tenía en mente
la grave situación de vivir sin una patria. Sus lectores gentiles sabían lo que
significaba vivir como extranjeros y alienados (2:12). Solo cuando hallaron
vida y esperanza en Cristo (1:13), descubrieron lo que significaba pertenecer a
la patria celestial (Hebreos 11:14). Por
las enseñanzas de Jesús, supieron que tenían un Padre que los conocía y se
interesaba por ellos (Mateo 6:31-33).
No obstante, Pablo comprendía que, cuando se pierde de
vista el pasado, podemos olvidarnos de que, aunque la esperanza sea la nueva
norma de vida, la antigua realidad era la desesperación.
Que nuestro Dios nos ayude a vivir seguros, sabiendo lo
que tenemos al ser miembros de su familia por la fe en Jesucristo y entendiendo
los derechos y los beneficios de poseer un hogar en Él.
Señor, que no olvidemos hablarles de ti a los que aún
están en la calle.
La esperanza es lo más importante para aquellos que han
vivido sin tenerla.
(La Biblia en
un año: Marcos 12:1-27)
MART DE HAAN - (DEVOCIONAL
“NUESTRO PAN DIARIO")


