“Le dijo uno de la multitud: Maestro, di
a mi hermano que parta conmigo la herencia. Mas él le dijo: Hombre, ¿quién me
ha puesto sobre vosotros como juez o partidor? Y les dijo: Mirad, y guar-daos de
toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los
bienes que posee.” Lucas 12:13-15 (Leer: Lucas 12:16-21)
Este asunto de
nuestra relación con las riquezas materiales es tan importante que debemos
continuar meditando sobre él.
Un hombre rico,
con una veta de mezquindad, dejó una enorme suma para el levantamiento de un
monumento a sí mismo. El cuerpo del monumento fue herido tres o cuatro veces
por un rayo. Ahora una columna quebrada es todo lo que queda del monumento. Se
puede discutir si Dios derrumbó con el rayo aquel monumento, pero si Dios no lo
hubiera hecho, lo habría hecho el hombre. Porque cada vez que alguien que
conoció al hombre miraba el monumento, con gusto lo habría derribado.
Dos personas
vinieron a la sección del país donde yo estoy escribiendo. Uno, un médico
enfermo de tuberculosis. Pero era tan urgente la necesidad de médicos, que fue
llevado al lado de los lechos de los enfermos a atenderlos. Tanto se interesó
por la gente de los Adirondacks que siguió viviendo… ¡y cómo! Fue creado un
gran sanatorio para tuberculosos y la Fundación Trudeau. El nombre de aquel
doctor es una bendición. Otro hombre llegó a la región y se enriqueció hasta
más no poder. Para añadir a su estatua un codo dejó dinero para un colegio que
habría de llevar su nombre. Jamás se
construyó el colegio; los abogados todavía están riñendo acerca del legado.
Su nombre dejó un olor desagradable.
Pude sentarme
junto al lecho de un alma hermosa, A. A. Hyde, de Wichita. Hace años dio a un
proyecto público una suscripción que, por reveses de fortuna, no podía pagar.
Podía haber elegido una manera fácil de escapar del compromiso. Pero no lo hizo.
Pagó su promesa y “quebró” al hacerlo. Obligado a buscar una manera de mantener
a su familia, acertó con la fórmula de un ungüento curativo. Hizo un pacto con
Dios y consigo mismo: dar un alto porcentaje, determinado de antemano, de sus
futuros ingresos a la extensión del cristianismo a través de las misiones al
extranjero. Hoy ese ungüento tiene mayor venta en el extranjero que cualquier
otro ungüento americano. Los misioneros lo utilizaron y lo introdujeron en el
extranjero. Se difundió. Estaba respaldado por una gran consagración. Hyde y su
dinero viven, son inmortales.
ORACIÓN. Oh Cristo, sé que tú puedes tocarme a
mí y a mis ganancias y cambiarlas de muerte a vida. Te ofrezco todo lo que soy
y todo lo que tengo. Úsame a mí y a lo que tengo para enriquecer a un mundo
empobrecido. Tú me posees. Ayúdame a vivir bajo tu dirección y a ser un
mayordomo de todo lo que tú me confías. Porque quiero vivir, y vivir
plenamente. Amén.
AFIRMACIÓN PARA EL DÍA: "No habrá
pobre entre vosotros… si escuchares fielmente la voz del Eterno, tu Dios"
(Deuteronomio 15:4).
E. STANLEY JONES - (DEVOCIONAL DIARIO “EL CAMINO”)


