“Prosigo a la
meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.” Filipenses 3:14 (Leer: Filipenses 3:12-21)
Uno de mis programas favoritos de televisión podría
llamarse en español Sublime audacia.
En este programa de telerrealidad, diez parejas van a otro país, donde deben
correr —usando trenes, autobuses, taxis, bicicletas, y a pie— de un lugar a
otro para obtener las instrucciones para el próximo desafío. La meta es que una
pareja alcance el punto de llegada antes que las demás, y el premio es un
millón de dólares.
El apóstol Pablo comparó la vida cristiana con una
carrera y admitió que aún no había llegado a la meta: «Hermanos, yo mismo no
pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que
queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al
premio…» (Filipenses 3:13-14). Pablo no miró atrás ni dejó que sus fracasos del
pasado lo agobiaran por la culpa. Tampoco permitió que sus logros del presente
lo dejaran satisfecho. En cambio,
continuó avanzando hacia la meta de ser cada vez más como Jesús.
Nosotros también corremos esta carrera.
Independientemente de los fracasos y los éxitos, sigamos avanzado hacia el
objetivo de volvernos más semejantes a Cristo. El premio no es terrenal, sino
que disfrutaremos una suprema recompensa eterna.
Señor, muéstrame qué debo hacer y cambiar para seguir
avanzando hacia la meta de asemejarme cada día más a Cristo.
Nunca dejes de seguir a Jesús.
(La Biblia en
un año: Marcos 4:21-41)
MARVIN WILLIAMS
- (DEVOCIONAL “NUESTRO PAN DIARIO")