sábado, 7 de enero de 2017

Viviendo con una piedra en el corazón 7 enero





“Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano.”  1ª Juan 4:20-21  (Leer Tito 3:2)


Debemos continuar contemplando los efectos del odio y la venganza. Un maestro ha dicho: “Cada vez que iba a ver a mi hermana, me sentía mal. La razón era que me desagradaba mi cuñado.”

Una mujer estaba resentida por la actitud de su hermano, médico. Le pidió que le tomara la presión arterial. Estaba muy por encima de lo normal. Volvió a su hogar y rindió a Dios su resentimiento y su presión retornó a la normalidad.

Un misionero de vuelta de su campo de trabajo me dijo: “Fui desahuciado. Los médicos decían que no podía vivir. Estaba aposentando resentimientos en lo profundo de mi ser. Los rendí a Dios y me curé.”

A veces estos resentimientos están hondamente enterrados en el subconsciente y desde allí producen sus consecuencias destructoras. Un banquero no quería que el nombre de su esposa apareciera en las columnas de sociales de los periódicos porque quería mantener su reputación de banquero conservador. Ella resentía el papel de mantenerse en la oscuridad. Quedó inválida. Su esposo gastó en ella una fortuna. Cuando el esposo murió ella dejó su sillón de inválida. Ya no estaba resentida por su rol en la vida. Ambos habían pagado muy caro sus falsas actitudes.

Una mujer de setenta años de edad se entregó a Cristo y fue librada de una carga interior que había llevado toda la vida. “He vivido toda mi vida con una piedra en el corazón”, decía. “Desde que mi madre me dijo Te odio porque yo la estorbaba para unirse con otro hombre, he mantenido esta piedra de resentimiento en mi corazón. Me alegro que al final ha sido arrojada.”

Cuando estuve en México me contaron de un hombre que se enojó tanto con su hijo que se puso verde y murió. Los mejicanos creían que la bilis lo había matado. Cualesquiera sean las consecuencias de los científicos, sabemos que algo dentro de nosotros muere cuando permitimos que el odio y los resentimientos se alojen en nuestro interior. La buena voluntad nutre; el odio envenena. La buena voluntad es una opción obligatoria: si la tomáis viviréis, si la rechazáis moriréis.


ORACIÓN. Oh Cristo, tus caminos son inescapables. No puedo huir de ellos, porque cuando lo hago huyo de la vida, me sustraigo a la salvación. Ayúdame a entrar en relación contigo y a seguir tu camino, el camino del amor. Amén.


AFIRMACIÓN PARA EL DÍA: ¿Cómo puede el odio tener parte en mi… si pertenezco a un Hombre que murió sobre un madero, por quienes lo odiaban?




E. STANLEY JONES - (EVOCIONAL DIARIO “EL CAMINO”)










TRADUCCIÓN