“Recompensa de la humildad y del temor de Dios son
las riquezas, la honra y la vida.” (Proverbios 22:4 NVI)
Cuando Benjamin
Franklin tenía 22 años, vivía en Filadelfia después de escaparse de un trabajo
oprimente como aprendiz. Como se suele decir, estaba intentando “encontrarse a
sí mismo”. Una pregunta ardía en su interior ‘¿Qué es lo primordial de mi
vida?’ Como respuesta desarrolló doce “virtudes”, es decir, valores que
gobernarían su vida: la templanza, el silencio, el orden, la resolución, la
frugalidad, la aplicación, la sinceridad, la justicia, la moderación, la
pulcritud, la tranquilidad y la castidad. Franklin le llevó la lista de
virtudes a un viejo amigo cuáquero para pedirle su opinión, quien al leerla
dijo: ‘Has olvidado la más importante’. Sorprendido, Franklin le preguntó de
cuál se trataba. El anciano contestó:
‘La humildad’, e inmediatamente la añadió a su lista.
Franklin
organizó su vida en torno a un ciclo de trece semanas, centrándose cada semana
en una de esas virtudes. A la edad de 78 años se puso a recapacitar sobre su
vida y las cualidades que había desarrollado. Aunque se sintió muy satisfecho
de haber alcanzado muchas de las virtudes de la lista, dijo sobre la humildad:
‘No me puedo jactar de haber dominado la realidad de esta virtud, pero sí he
aprendido bastante de cómo aparentarla”. La Biblia dice: “Recompensa de la humildad
y del temor de Dios son las riquezas, la honra y la vida.” (Proverbios 22:4
NVI). La humildad es una virtud particular, pues se supone que debemos
mostrarla, ¡pero sin ser conscientes de ello! Jonathan Edwards señaló: “Nada
aleja más a una persona del alcance de Satanás que la humildad”. Si existe una
sola cosa en este mundo que tu ego no buscará o procurará, es la humildad. Sin
embargo, el éxito verdadero y duradero depende de ella.
BOB Y DEBBIE GASS - (Devocional "LA PALABRA
PARA HOY")