“Porque si
amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis?…”
Lucas 6:32 (Leer: Jonás 3:10–4:11)
En 1950, cuando empezó la guerra en Corea del Sur, Kim
Chin-Kyung, de 15 años, se alistó en el ejército para defender su tierra natal.
Sin embargo, no tardó en darse cuenta de que no estaba preparado para los
horrores del combate. Mientras sus amigos morían a su alrededor, le rogó a Dios
que lo protegiera y prometió que, si le permitía seguir con vida, aprendería a
amar a sus enemigos.
Sesenta y cinco años después, el Dr. Kim reflexionaba
sobre esa oración respondida. A lo largo de décadas de ocuparse de los
huérfanos y colaborar en la educación de jóvenes chinos y norcoreanos, se hizo
amigo de muchos que antes consideraba enemigos. Actualmente, rechaza las
calificaciones políticas y se autodenomina un amador, como una manera de
expresar su fe en Jesús.
El profeta Jonás dejó un legado diferente. Ni siquiera zafarse del vientre de un gran
pez transformó su corazón, y aunque finalmente obedeció a Dios, dijo que
prefería morir antes que ver que el Señor tuviera misericordia de sus enemigos
(Jonás 4:1-2, 8).
¿Cuál es nuestra actitud? ¿Sentiremos lo mismo que Jonás
por aquellos que odiamos o le pediremos a Dios que nos ayude a amar a nuestros
enemigos como Él lo ha hecho con nosotros?
Señor, soy propenso a amar solamente a quienes me aman.
Dame la gracia para amar como lo hacía Jesús.
El amor lo vence todo.
(La Biblia en
un año: Apocalipsis 10:1-11)
MART DE HAAN - (DEVOCIONAL “NUESTRO PAN DIARIO")