“…no pecaré en lo que digo. Refrenaré la lengua…”
(Salmos 39:1 NTV)
Escribió un
poeta anónimo: “Una palabra descuidada puede encender una disputa; una palabra
cruel puede destruir una vida; una palabra amarga puede incitar al odio; una
palabra brutal puede golpear y matar; una palabra sazonada puede aligerar el
camino; una palabra alegre puede alumbrar el día; una palabra a tiempo puede
aliviar la tensión; una palabra cariñosa puede sanar y bendecir”. La Biblia
afirma: “…Nadie puede domar la lengua…” (Santiago 3:8 NTV). ‘Pues si no puede
ser domada’, te preguntas ‘¿cómo la voy a domar yo?’. Haciendo una pausa antes
de hablar, cultivando una sensibilidad a la dirección del Espíritu Santo que
mora en ti y recibiendo Su fortaleza. Recordando que una vez que una palabra ha salido de tus labios ya no
puede ser retractada y que todas las expresiones de perdón del mundo no
cambiarán nada.
El salmista,
que por lo visto había cometido el error de hablar cuando debería haber estado
escuchando, escribió: “Tendré cuidado con lo que hago y no pecaré en lo que
digo. Refrenaré la lengua” (Salmos 39:1 NTV). En la Biblia, al hecho de
abstenerse de comida por un periodo de tiempo se le llama “ayuno”. Este tiene
un efecto espiritual de limpieza, nos acerca a Dios, nos fortalece y nos hace
más sensibles. Pues he aquí una sugerencia: ¿Por qué no haces “ayuno verbal”
durante los próximos treinta días? Al menos ayuno parcial. Isaías escribió: “El
Señor Soberano me ha dado sus palabras de sabiduría, para que sepa consolar a
los fatigados…” (Isaías 50:4 NTV). En lugar de permitir que tu lengua dirija y
tú la sigues, haz que tu boca sea guiada por el Espíritu de Dios.
BOB Y DEBBIE GASS - (Devocional "LA PALABRA
PARA HOY")