“Bienaventurados
los que padecen persecución por causa de la justicia…” Mateo 5:10
(Leer: Hch. 6:8-15; 7:59-60)
Es domingo por la tarde y estoy sentada en el jardín de
nuestra casa, cerca de la iglesia donde mi esposo es pastor. En el aire, flotan
melodías de alabanza y adoración en idioma farsi, ya que una vibrante
congregación de creyentes iraníes se reúne en nuestra iglesia londinense. Su
pasión por Cristo nos conmueve cuando comparten cómo fueron algunos perseguidos
y otros, como el hermano del pastor, martirizados por su fe. Siguen los pasos
de Esteban, el primer mártir cristiano.
Esteban, uno de los primeros líderes de la iglesia
primitiva, atraía la atención en Jerusalén al hacer «grandes prodigios y
señales» (Hechos 6:8), y fue llevado ante las autoridades judías. Antes de describir la dureza del corazón de
sus acusadores, presentó una apasionada defensa de su fe. Pero, en vez de
arrepentirse, ellos «se enfurecían en sus corazones, y crujían los dientes
contra él» (7:54). Entonces, lo sacaron de la ciudad y lo apedrearon mientras
él oraba para que fueran perdonados.
Las historias de Esteban y de los mártires actuales nos
recuerdan que el mensaje de Cristo puede ser brutalmente resistido. Si nunca
nos persiguieron por nuestra fe, oremos por la iglesia perseguida en el mundo y
sirvamos fielmente a Aquel que sufrió tanto más por nosotros.
Señor, fortalece y consuela a los creyentes perseguidos.
Que hallemos gracia para caminar en los pasos del
Maestro.
(La Biblia en
un año: Santiago 2:1-26)
AMY BOUCHER PYE
- (DEVOCIONAL “NUESTRO PAN
DIARIO")