“…Dios … nos consuela … para que podamos también
nosotros consolar a [otros]” 2ª
corintios 1:3-4
Hace muchos
años una mujer visitó un orfanato y preguntó a la enfermera jefe: ‘¿Hay aquí
algún niño que nadie haya querido adoptar?’ La enfermera respondió: ‘Si lo hay.
Tenemos una niña de 10 años, poco atractiva, y es cheposa. La mujer dijo: ‘Esa
es la niña que quiero’. Treinta y cinco años más tarde el director del
Departamento de Inspección de Orfanatos de Iowa (EE.UU.) escribió el siguiente
informe acerca de una institución estatal. “Este lugar es excepcional. Está
limpio, la comida es buena, los niños están muy bien cuidados y el ambiente es
el mejor de todos los centros que hemos visitado. La enfermera responsable,
Mercy Goodfaith, tiene un corazón que rezuma amor; tiene unos ojos tan hermosos
que te hacen olvidar su cara amable o el hecho de que es jorobada”. Gracias a que una buena samaritana tuvo el
valor y el amor para criar a una niña que otros desecharon, Mercy Goodfaith pudo más adelante compartir
ese mismo amor con cientos de otros niños huérfanos.
Pablo dice:
“…Dios … nos consuela … para que podamos también nosotros consolar a los que
están en cualquier tribulación…” (2ª Corintios 1:3-4). Billy Graham añade:
“Quienes más han sufrido son los que mejor pueden consolar a los demás …
compadecerse de sus aflicciones gracias a lo que ellos mismos han pasado … El
sufrimiento es difícil de sobrellevar pero su propósito debería ser aprender
todo lo que podamos de aquello que hayamos padecido para cumplir el ministerio
de la consolación, como lo hizo Jesús. “Pues en cuanto Él mismo padeció siendo
tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados” (Hebreos 2:18). El
que sufre se convierte en consolador en el servicio al Señor.
BOB Y DEBBIE GASS - (Devocional "LA PALABRA
PARA HOY")