“Vestíos […] de
entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de
paciencia” Colosenses 3:12 (Leer: Colosenses 3:12-17)
Algunos años antes de convertirse en presidente de los
Estados Unidos, Theodore Roosevelt se enteró de que su hijo mayor estaba
enfermo. Aunque se recuperaría, la causa de esa enfermedad golpeó duramente a
Roosevelt: los doctores le dijeron que era por él. Su hijo padecía «agotamiento
nervioso», tras haber sido implacablemente presionado por su padre para que se
convirtiera en el héroe valeroso que Roosevelt mismo no había sido durante su
frágil niñez. Entonces, prometió: «De ahora en adelante, nunca lo volveré a
presionar, ni mental ni corporalmente». Y así lo hizo.
Ese mismo hijo fue quien luego lideró valientemente el
desembarco de los soldados aliados en Playa de Utah durante la Segunda Guerra
Mundial.
Dios nos ha confiado el influir en la vida de otras
personas. Tenemos una gran
responsabilidad hacia nuestros cónyuges, hijos, amigos, empleados y clientes. La tentación a
presionar demasiado, a exigir por demás, a forzar el progreso o a orquestar el
éxito puede llevarnos a perjudicar a otros. Por eso, se exhorta a los
seguidores de Cristo a vestirse «de entrañable misericordia, de benignidad, de
humildad, de mansedumbre, de paciencia» (Colosenses 3:12). Si Jesús, el Hijo de
Dios, vino en humildad, ¿no deberíamos tratarnos unos a otros con mansedumbre?
Señor, ayúdame a reflejar tu carácter.
Nosotros debemos hacer por los demás lo que Dios hace por
nosotros.
(La Biblia en
un año: 1ª Corintios 11:1-16)
RANDY KILGORE -
(DEVOCIONAL “NUESTRO PAN DIARIO")