“Así que, si el
Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres.” Leer: Juan 8:36 (Leer: Juan 8:31-37)
En 1756, Olaudah Equiano tenía solo 11 años cuando fue
secuestrado y vendido como esclavo. Hizo un viaje terrible desde África
Occidental hasta el Caribe; de allí a Virginia, en Estados Unidos; y luego a
Inglaterra. A los 20 años, compró su libertad, pero siguió acarreando las
cicatrices emocionales y físicas del trato inhumano que había experimentado.
Incapaz de disfrutar de su libertad mientras otros
seguían esclavos, Equiano comenzó a trabajar en un movimiento para abolir la esclavitud
en Inglaterra, y escribió una autobiografía —un logro insólito para un ex
esclavo en aquella época— donde narra sus vicisitudes.
Cuando vino, Jesús libró una batalla a favor de todos los
esclavizados e incapaces de luchar solos. A
nosotros no nos esclavizan cadenas tangibles, sino el pecado y nuestra propia
maldad. Jesús dijo: «todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado. Y
el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí queda para siempre. Así
que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres» (Juan 8:34-36).
Dondequiera que esta libertad no se haya proclamado, es
necesario comunicar sus palabras. Al poner nuestra fe en Jesús, somos
libertados de la culpa, la vergüenza y la desesperanza. ¡Somos libres de
verdad!
Señor, gracias por tu sacrificio en la cruz para darme
libertad y vida eterna.
La sangre de Jesús pagó el precio de nuestra liberación
del pecado.
(La Biblia en
un año: 1ª Corintios 11:17-34)
BILL CROWDER - (DEVOCIONAL “NUESTRO PAN DIARIO")