“… a sus ovejas llama por nombre…” Juan 10:3 (Leer: Juan 10:1-11)
Cuando me encuentro por primera vez con los alumnos de
una clase de composición que enseño en la universidad, ya conozco sus nombres.
Me tomo tiempo para familiarizarme con sus nombres y sus fotografías de mi planilla,
para que, cuando entren, pueda decirles: «Hola, Ana», o «bienvenido, Tomás». Lo
hago porque sé que a todos nos gusta que nos llamen por nuestro nombre.
Sin embargo, para conocer de verdad a alguien,
necesitamos saber más que el nombre. En Juan 10, podemos percibir la calidez y
el interés de Jesús, el buen Pastor, al leer que «a sus ovejas llama por
nombre» (v. 3). El Señor sabe más que
cómo nos llamamos; conoce nuestros pensamientos, anhelos, temores, errores y
necesidades más profundas. Además, nos dio la vida —la vida eterna—
entregando la suya. Como afirma el versículo 11, «el buen pastor su vida da por
las ovejas».
Dado que nuestros pecados nos separan de Dios, Jesús, el
buen Pastor, se transformó en Cordero y se sacrificó para cargar con ellos y
ofrecernos el perdón. Cuando entregó su vida por nosotros y resucitó, nos
redimió. Por eso, cuando aceptamos su regalo de salvación por medio de la fe,
ya no estamos separados de Dios.
¡Dale gracias a Jesús! ¡Él conoce tu nombre y tus
necesidades!
Señor, gracias por conocerme y saber exactamente lo que
necesito.
Dios nos conoce de una manera que no tiene límites.
(La Biblia en
un año: Hechos 10:1-23)
DAVE BRANON - (Devocional “NUESTRO PAN DIARIO")