“… sin
derramamiento de sangre no se hace remisión.” Heb 9:22 (Leer: Hebreos
9:19-28)
A Mariana le costaba entender por qué Jesús había tenido
que derramar su sangre para proporcionar la salvación. ¿A quién se le ocurriría
limpiar algo con sangre? Sin embargo, la Biblia afirma: «Y casi todo es
purificado, según la ley, con sangre…» (Hebreos 9:22). Para Mariana, ¡eso era
repugnante!
Entonces, un día, tuvo que ir a un hospital. Una
enfermedad genética había alterado su sistema inmunológico y estaba atacándole
la sangre. Mientras estaba en la sala de emergencias, pensó: Si pierdo mi
sangre, moriré. ¡Pero Jesús derramó su sangre para que yo pueda vivir!
De repente, todo cobró sentido. En medio del dolor,
Mariana sintió gozo y paz. Entendió que
la sangre es vida, y que era necesaria una vida santa para darnos paz con Dios.
Hoy, está viva y agradece al Señor por su salud y por el sacrificio de Cristo.
Hebreos 9 explica el ritual de sangre del Antiguo
Testamento (vv. 16-22) y la ofrenda única y suficiente de Jesús que puso fin a
los sacrificios animales (vv. 23-26). Al llevar nuestro pecado, Él murió
voluntariamente y derramó su sangre para transformarse en nuestro sacrificio.
Ahora podemos entrar en la presencia de Dios con confianza. ¿Cómo podremos
agradecer a Cristo por sacrificarse por nosotros, por darnos su vida y acceso
al Padre?
Señor, gracias por derramar tu sangre por mí.
La sangre de Cristo lava nuestros pecados.
(La Biblia en
un año: Marcos 7:8-13)
KEILA OCHOA - (Devocional “NUESTRO PAN DIARIO")