“[El Señor]
hace mis pies como de ciervas, y me hace estar firme sobre mis alturas” Salmo 18:33
(Leer: Salmo 18:31-36)
Mi hijita está aprendiendo a caminar. Tengo que
sostenerla, y ella se aferra a mis dedos porque todavía se siente inestable.
Tiene miedo de caerse, pero yo estoy allí para sostenerla y cuidarla. Mientras
camina con mi ayuda, sus ojos destellan gratitud, felicidad y seguridad. Sin
embargo, a veces llora porque no la dejo ir por lugares peligrosos… no se da
cuenta de que estoy protegiéndola.
Como mi pequeña, nosotros también solemos necesitar a
alguien que nos vigile, guíe y sostenga en nuestro andar espiritual. Y tenemos
a ese Alguien: Dios, nuestro Padre. Él
ayuda a sus hijos a aprender a caminar, guía sus pasos, los sostiene de la mano
y los mantiene en el sendero correcto.
El rey David sabía perfectamente que necesitaba el
cuidado de Dios. En el Salmo 18, describe cómo nos guía y fortalece el Señor
cuando estamos perdidos y confundidos (v. 32); mantiene firmes nuestros pies,
como los de un ciervo que trepa a lugares altos, sin resbalarse (v. 33); y, si
resbalamos, su mano está allí para sostenernos (v. 35).
Al margen de que seamos creyentes nuevos, aprendiendo
todavía a caminar en la fe, o que nuestro andar con Dios ya lleve mucho tiempo,
todos necesitamos que su mano nos guíe y nos mantenga firmes.
Querido Padre, toma mi mano y guíame en el sendero de una
vida recta.
Dios me cuida a cada paso del camino.
(La Biblia en
un año: Salmos 126-128 – 1 Corintios 10:19-33)
ACHARLES - (Devocional “NUESTRO PAN DIARIO")