“...todo lo que es de buen nombre... en esto
pensad” Filip. 4:8
No nos
engañemos: ¿Conoces a algún perfeccionista que sea muy feliz? No, porque cuando
las cosas siempre tienen que ser “de cierta manera” la vida se vuelve
miserable, puesto que todo cambia continuamente. En cuanto solucionas un
problema, aparece otro. En lugar de fijarse en las bendiciones y ser
agradecidos, los perfeccionistas se fijan en lo que no está bien y necesita ser
cambiado. Tal vez se trate de un trabajo que hicieron que no fue perfecto, o de
unos kilos que tienen que perder o incluso de un armario desordenado. O también
la causa pueden ser las imperfecciones de los demás: su estilo de vida,
comportamiento o apariencia. Si siempre te fijas en las fallas (tuyas o de
otros), nunca serás agradecido. Y el agradecimiento es la base de la felicidad.
Ahora bien, dejemos claro que no estamos hablando
del esfuerzo por mejorar, lo cual es algo bueno. Hablamos de
obsesionarse porque algo no es perfecto. Siempre habrá un modo mejor de hacer
las cosas, pero eso no debe impedirte disfrutar de la vida tal como es ahora.
Entonces ¿cuál es el remedio? Párate antes de caer en la trampa de insistir en
que las cosas deben ser distintas a como son. Reflexiona y recuerda que, sin
tus opiniones perfeccionistas, al final todo se arregla. Pablo dijo: “...A los
que aman a Dios, todas las cosas los ayudan a bien...” (Romanos 8:28). ¿Lo
entiendes? Dios está en control; debes soltar las cosas. En lugar de hacer
hincapié en lo negativo, piensa en “todo lo que es digno de alabanza”. Cuando
lo haces, te darás cuenta de lo maravillosa que es la vida.
BOB Y DEBBIE GASS - (Devocional "LA PALABRA PARA
HOY")


