“Así que acerquémonos confiadamente al trono de la gracia
para recibir misericordia y hallar la gracia que nos ayude en el momento que
más la necesitemos.” Hebreos 4:16
Todo verdadero
cristiano desea ver que la iglesia crezca; en todo caso yo me compadezco del
hombre que se crea cristiano y que no tenga tal deseo. «Que toda la tierra se
llene de su gloria» es una aspiración natural de todo hijo de Dios y si algún
hombre está convencido de ser un hijo de Dios y, no obstante, no tiene el deseo
de ver que la gloria de Dios se manifieste con la conversión de multitudes, yo
me compadezco de la condición de su corazón y de su entendimiento.
Confío en que todos
sintamos el espíritu misionero, todos anhelamos ver el reino del Señor venir y
ver que los convertidos en Sión se multipliquen. Pero Dios ha agregado a la
concesión de nuestro deseo que debemos orar por este, debemos suplicar y pedir,
de lo contrario el crecimiento será retenido.
El Señor sabe cuán beneficioso es para nosotros orar mucho y
por tanto él nos facilita acercarnos a él. Él nos da una multitud de razones
para acercarnos al propiciatorio y nos da tareas que pueden usarse como
argumentos para hacer peticiones frecuentes. Ahora bien, como al Señor le
encanta comunicarse con las personas, él se ocupa de darles tareas por las
cuales ellos deban venir a él. Nunca debemos temer que se nos interrogue en la
puerta de la misericordia y que se nos haga esta dura pregunta: «¿Qué haces
aquí?» Porque siempre tenemos alguna razón para orar, de hecho, cada promesa se
convierte en una razón para orar porque no se nos concederá la promesa hasta
que la hayamos pedido en el propiciatorio.
(A través de la Biblia en un año: Hechos 7-9)
CHARLES SPURGEON - (Dev. “A LOS PIES DEL MAESTRO”)