“Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra
vez, y os tomaré a mí mismo… No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros.” (Juan 14:3, 18)
Al comienzo de
Juan 14, y nuevamente cerca del final, Jesús les dice a sus discípulos: ‘No se
turbe vuestro corazón’ (vv. 1, 27). Está aludiendo a uno de los problemas
cardíacos que todo el mundo sufre y que ningún cardiólogo del mundo es capaz de
curar. Lo que Juan registra en este capítulo es el diagnóstico y la
prescripción del Médico Superior. Hasta podríamos titular el capítulo entero como
‘Problemas espirituales del corazón: sus causas y su cura’. Su causa era la inminente
partida del Maestro; la prospectiva de ser abandonados por Jesús les produjo un
problema en el corazón, y la cura que les anunciaba era que tuvieran fe en su
promesa de que vendría otra vez.
La venida de
Cristo en los últimos tiempos es el tema de los catorce primeros versículos,
aunque también pueden aplicarse a nuestra propia muerte. Jesús promete: (1) ‘voy… a preparar lugar para
vosotros’ (v. 2) de modo que para los creyentes la muerte equivale a irse a
casa, (2) ‘vendré otra vez’ (v. 3), (3) ‘volveré y os llevaré conmigo’ (v.
3 - BLP), y (4) ‘Yo soy el camino, y
la verdad, y la vida’ (v. 6). Es hermoso
pensar que Aquel que es nuestro destino es también nuestro precursor, nuestra
escolta, nuestro camino.
Los versículos
15–26, en cambio, se refieren a la venida intermedia de Cristo. El hecho de que
volvería en el futuro no implicaba que los abandonaría en el intervalo. Todo lo
contrario, enviaría al Espíritu Santo, o mejor aún, vendría él mismo en la
persona del Espíritu Santo. Pero ¿a quiénes vendría? Se mostraría a quienes lo
amaran, y estos demostrarían su amor mediante la obediencia (v. 21).
En los últimos
cinco versículos (vv. 27–31) Juan vuelve al tema de la inminente partida de
Cristo. Una vez más Jesús les dice que no se turben ni tengan miedo. En cambio,
les comunicó ‘¡Shalom!’. ‘¡Paz!’. Matthew Henry escribió sobre esto con su
acostumbrado encanto:
Cuando Cristo
estaba por dejar el mundo hizo un testamento: entregó su alma a su Padre; legó
su cuerpo a José de Arimatea; a los soldados les tocó la ropa; su madre quedó a
cargo de Juan. Pero ¿qué dejar a sus discípulos, aquellos que lo habían dejado todo
por él? No tenía plata ni oro; pero les dejó algo infinitamente mejor, su paz.
(Para continuar leyendo: Juan 14:1–31)
JOHN STOTT - (Devocional “TODA LA BIBLIA EN UN AÑO”)