“Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo
soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes
deben lavarse los pies los unos a los otros.” Jn 13:13-14
Al tomar el cuenco, la
jarra y la toalla para lavar los pies de sus discípulos, puedes ver la humildad
de su disposición. Y enseguida, después de esto, lo ves entregándose a sí
mismo, su cuerpo, su alma y su espíritu para servirnos. Y qué si digo que
incluso en este mismo momento, como el Hijo del hombre en el cielo, él sigue
haciendo una especie de servicio para su pueblo. Por amor a Sión él no guarda
silencio y por amor a Jerusalén él no descansa sino que sigue intercediendo por
aquellos cuyos nombres lleva en su corazón.
Escuchen pues, todos ustedes, y que todo el que lo escuche
aclame ese hecho misericordioso. Sean santos o pecadores, ya salvos o sedientos del
conocimiento de la salvación, debe aceptarse la idea de que la encomienda de
Cristo no era engrandecerse a sí mismo sino beneficiarnos a nosotros. Él no
vino a ser servido, sino a servir. ¿No te viene esto bien a ti, pobre pecador,
tú que nunca le serviste, tú que no podrías, como estás, ministrarle a él?
Bueno, él no vino a buscar tu servicio, él vino a dar sus servicios, no para
que primero tú le muestres honor sino para mostrarte misericordia. ¡La
necesitas tanto! Y ya que él no ha venido a buscar tesoros sino a conceder
riquezas inescrutables, no para buscar muestras de salud sino ejemplos de
enfermedad sobre los cuales el arte sanador de su gracia pueda operar, de
seguro hay esperanza para ti.
(A través de la Biblia
en un año: Lucas 3-4)
CHARLES SPURGEON - (Dev. “A LOS PIES DEL MAESTRO”)


