RESPUESTA DE TAMAÑO DIOS
Por Faustino de Jesús Zamora Vargas
“Humíllense, pues, bajo la poderosa
mano de Dios, para que El los exalte a su debido tiempo.” 1 Pedro 5:6
“A todos estos reyes y sus
territorios los capturó Josué de una vez, porque el SEÑOR, Dios de Israel,
combatía por Israel.” Josué 10:42
A pesar de sus tropiezos (¿qué líder no los tiene?), Josué era un hombre
de oración que confiaba en las promesas del Señor. Imagino a Josué en medio de
las batallas en momentos en que la espada del adversario se le venía encima
recordando la voz del Señor alentándole de manera sobrenatural: "recuerda,
no te abandonaré. Esta es mi promesa hasta el final. Sólo sé valiente y
continúa esforzándote".
Nadie nace líder. El líder se hace. Quizás haya habilidades y atractivos
que señalen ciertas aptitudes para liderar, pero es el carácter lo que define
un liderazgo centrado en la voluntad de Dios. La iglesia necesita a ambos, a
hombres con carisma y a hombres con carácter, pero preferentemente a estos
últimos porque son los mejores candidatos para guiar a otros. ¿Por qué? Porque
le confieren una enorme importancia a la humildad, porque saben depender
absolutamente del poder de Dios para que él haga Su obra de redención y
salvación. Josué sabía que las victorias que dejaba atrás y las conquistas de
territorios enemigos a filo de espada, no eran un producto de su liderazgo
obediente, sino de depender del poder de Dios.
Los amorreos huían despavoridos del ejército del Señor, pero era
necesaria la intervención divina para que se consumara la victoria total. Y
Josué clamó a Dios pidiendo lo que parecía imposible en presencia de todo
Israel: “Sol, detente en Gabaón, y tú luna, en el Valle de Ajalón (Josué 10:12).
De inmediato vino la respuesta de Dios: “Y el sol se detuvo, y la luna se
paró…” (Josué 10:13a). El Señor estaba peleando por su pueblo, de manera que
cualquier milagro puede suceder. Y este es un mensaje para la iglesia de
Jesucristo y muy especialmente para los intercesores; para los hombres y
mujeres de oración.
El Josué arrepentido de su falta al hacer alianza con los gabaonitas sin
consultarle, oraba ahora confiado en medio del combate clamando por la acción
divina para lograr la victoria. Una lluvia de granizos azotó al enemigo y
oscureció el día alargándose la noche. El ejército de los 5 reyes más poderoso
de todo el territorio quedaba tendido en el campo de batalla porque Dios
combatía por su pueblo. Israel no olvidaría aquel día. La iglesia que ora es
como un Gilgal de milagros. El líder que ora por lo sobrenatural y
extraordinario con humildad y fe, recibe respuestas de tamaño Dios… si su fe
pone a Jesús en el centro, si clama porque la voluntad de Dios sea propicia. Yo
lo he visto en más de una ocasión. ¿Usted no?
Dios escucha la oración que nace de
un corazón humillado y que confía en su poder para hacer lo imposible en favor
de sus hijos, quita
los temores para avanzar y crecer en la maduración espiritual sin perder la
perspectiva de la meta que es Cristo, nuestra esperanza; confunde a los que
intentan remover los cimientos fundados en la Roca y finalmente, toma la
justicia de su mano con actos portentosos para destruir todo lo que impide el
avance de su Reino. Por amor a su novia, la iglesia, Él puede detener el sol en
su cenit y la luna en la cúspide de la montaña. Pero ¡cuidado!; no se trata del
que ora, no se trata de la oración, sino de Jesús, de la voluntad de Dios. Él
es siempre fiel, el consumador de la fe. Todo es cuestión de fe.
Cada día en Cristo es una nueva oportunidad para glorificar a Dios y
adorar al que vive por los siglos. Adora al Señor en medio de tus batallas.
¡Búscale Iglesia, porque él no deja de pelear un instante en favor de ti! ¡Dios
bendiga su Palabra! Lectura sugerida: Josué 10


