“De acuerdo respondió Rajab. Que sea tal como ustedes han
dicho. Luego los despidió; ellos partieron, y ella ató el cordón rojo a la
ventana.” Josué 2:21
A ella se le dijo que
atara el cordón rojo a la ventana y lo hizo; hubo obediencia exacta. No era
cualquier cordón, un hilo, sino un cordón rojo. Ella no lo sustituyó por uno
azul, verde o blanco. La orden era ese cordón rojo, no otro y ella tomó ese cordón
en particular. La obediencia a Dios se apreciará mucho en los asuntos pequeños.
El amor siempre se deleita al ocuparse de las pequeñas cosas y, por lo tanto,
hace que las cosas pequeñas sean grandes.
Escuché de un puritano
al que acusaron por ser demasiado preciso, pero su respuesta fue excelente: «Yo
sirvo a un Dios preciso». El Señor, nuestro Dios, es un Dios celoso y es muy
celoso de sus mandamientos. Parecía que
el error de Moisés al golpear la piedra en lugar de hablarle, era un error
pequeño, no obstante, él no pudo entrar al descanso prometido debido a su
ofensa. Una acción pequeña puede implicar un gran principio y nos
corresponde a nosotros ser muy cautelosos y cuidadosos, buscar cuál es la
voluntad del Maestro y nunca hacer un alto ni dudar por alguna razón sino hacer
su voluntad tan pronto como la sepamos. La vida cristiana debiera ser un
mosaico de obediencias minuciosas. Los soldados de Cristo debieran ser famosos
por su disciplina exacta.
(A través de la Biblia
en un año: Éxodo 17-20)
CHARLES SPURGEON - (Dev. “A LOS PIES DEL MAESTRO”)


