“Ahora me alegro en medio de mis sufrimientos por ustedes, y
voy completando en mí mismo lo que falta de las aflicciones de Cristo, en favor
de su cuerpo, que es la iglesia.”
Colosenses 1:24
A menudo la aflicción
nos revela verdades y nos abre a la verdad. No sé cuál de las dos es más difícil.
La experiencia descubre verdades que de otra manera estaban cerradas para
nosotros. El comentarista nunca deja claro muchos de los pasajes de las
Escrituras sino que deben explicarse mediante la experiencia. Muchos textos se
escriben con una tinta secreta que debe acercarse al fuego de la adversidad
para hacerse visible. Yo he oído decir que de día las estrellas pueden verse
desde un pozo aunque parados en la tierra firme no haya ninguna visible en el
cielo y estoy seguro de que cuando estés en las profundidades de los problemas,
podrás discernir muchas verdades que como las estrellas no verías en ningún
otro lugar.
Además, yo dije que nos
abre a la verdad así como que nos revela la verdad. Somos superficiales en
nuestras creencias: a menudo estamos empapados
con la verdad y, no obstante, esta se nos resbala al igual que el agua corre
por encima de una losa de mármol. Sin embargo, la aflicción, por así
decirlo, nos labra y nos penetra y abre nuestros corazones de manera que la
verdad impregne nuestra naturaleza más profunda y la empape como la lluvia a la
tierra labrada. Bendito el hombre que recibe la verdad de Dios en su interior,
nunca la perderá sino que será la vida de su espíritu. La aflicción, cuando la
santifica el Espíritu Santo, hace que los cristianos glorifiquen mucho a Dios
mediante su experiencia de la fidelidad del Señor para con ellos.
(A través de la Biblia
en un año: Marcos 11-12)
CHARLES SPURGEON - (Devocional “A los Pies del Maestro”)