NUEVAS FUERZAS
Por Alberto I. González Muñoz
“Por lo demás, fortalézcanse en el
Señor y en el poder de su fuerza.” Efesios
6:10
“El da fuerzas al fatigado, y al que
no tiene fuerzas, aumenta el vigor.” Isaías
40:29
Hace muchos años afronté una de las situaciones más difíciles de mi
vida. No voy a compartir los detalles, pero sí diré que estaba en un lugar en
contra de mi voluntad y que las circunstancias en las que se encontraba mi vida
y las de otros muchos que conmigo sufrían lo mismo eran terribles. Padecíamos
vejaciones constantemente y se nos amenazaba con que nunca saldríamos de allí.
Con veintidós años, sobrellevar cada día esas condiciones fue muy difícil para
mí. Al principio tuve un buen espíritu, me animaba la esperanza de que pronto
todo terminaría, pero poco a poco caí en un estado depresivo que consumió mis
fuerzas y puso a prueba mi fe.
Una noche, tras un día de trabajo agotador y tras haber contemplado una
tremenda injusticia sin atreverme a hacer nada para evitarla, me sentí tan
miserable que pensé haber llegado al borde de mis fuerzas. Cuando al fin me
acosté en la hamaca que me servía de cama, me tapé hasta la cabeza e hice la
oración más desesperada de mi vida: “Señor, no quiero despertar mañana, ¡no
quiero vivir más, no tengo fuerzas para continuar aquí”.
Puedo asegurar a quienes lean estas líneas que fue una oración sincera.
Pedí a Dios la muerte con todo mi corazón. Al otro día, tal como bien pueden
imaginar, desperté en el mismo lugar y en la misma condición. Enfrenté de nuevo
situaciones iguales a las que me hicieron sentir exhausto el día anterior, pero
descubrí que aunque creí no tener fuerzas, sí las tenía.
Entonces recordé un famoso pasaje del libro de Isaías: “…no has oído que
el Dios eterno es Jehová, el cual creó los confines de la tierra? …El da
esfuerzo al cansado y multiplica las fuerzas del que no tiene ningunas. …los
que esperan en Jehová tendrán nuevas fuerzas, levantarán alas como las
águilas…”
Hoy me río del joven inexperto y cobarde que creyó estar aniquilado por
circunstancias adversas. En realidad, en aquel momento ignoraba que después de
aquella oración Dios no solo me daría fuerzas para vivir aquel día sino ¡dos
años más en la misma situación! También ignoraba todas las bendiciones y
experiencias felices que llegarían a mi vida en un futuro que, entonces, era
incapaz de vislumbrar.
Hoy, a muchos años de distancia de aquella experiencia, me doy cuenta de
que Dios fue muy generoso al no contestar mi oración y dándome fuerzas y esperanzas
para seguir viviendo. ¡Cuántas bendiciones hubiera perdido si él hubiese
atendido mi petición aquella noche horrible! Si alguna persona que lea estas
líneas está cansada y abatida, sufriendo lo que cree no poder sobrellevar,
clame a Dios con todas las fuerzas de su alma.
Tal vez Dios no te conceda exactamente los deseos actuales de tu
corazón, pero te aseguro que tiene recursos insospechados para ayudarte y
bendiciones sin límites para derramar sobre ti… después. ¡Él lo hizo conmigo! ¡Dios
les bendiga!


