ASOLAS CON DIOS – JOHN MACARTHUR
Para los
cristianos orar es como respirar. Usted no tiene que pensar para respirar
porque la atmósfera que nos rodea ejerce presión sobre sus pulmones y lo fuerza
a respirar. Por eso es más difícil aguantar la respiración que respirar.
Asimismo, cuando usted nace en la familia de Dios, usted entra en una atmósfera
espiritual en la que la presencia y la gracia de Dios ejercen presión o
influencia sobre su vida. La oración es la respuesta normal a esa presión. Como creyentes, todos hemos entrado a la
atmósfera divina para respirar el aire de la oración. Sólo entonces podremos
sobrevivir a la oscuridad del mundo.
Desafortunadamente,
muchos creyentes se aguantan la respiración espiritual por largo tiempo,
pensando que breves momentos con Dios son suficientes para permitirles
sobrevivir. Pero esa restricción en el consumo espiritual es causada por sus deseos
pecaminosos. El hecho es que todo creyente debe estar continuamente en la
presencia de Dios, respirando constantemente sus verdades para ser
completamente funcional.
Debido a que
para varios de nosotros, la sociedad es libre y próspera, es más fácil que los
cristianos se sientan seguros presumiendo de la gracia de Dios que dependiendo
de ella. Demasiados creyentes se quedan
satisfechos con las bendiciones físicas y tienen muy poco deseo de las
bendiciones espirituales. Al haberse vuelto tan dependientes de sus
recursos físicos, sienten poca necesidad de los recursos espirituales. Cuando
los programas, métodos y dinero producen resultados impresionantes, hay una
inclinación a confundir el éxito humano con la bendición divina. Los cristianos
pueden en realidad comportarse como humanistas practicantes, viviendo como si
Dios no fuera necesario. Cuando esto sucede, el anhelo apasionado por Dios y el
ansiar su ayuda harán falta, junto con el otorgamiento de su poder. A raíz de
este peligro grande y común, Pablo instó a los creyentes a orar "en todo tiempo" (Efe. 6:18)
y a perseverar "siempre en la
oración" (Col. 4:2). La oración continua, persistente e incesante es
parte esencial de la vida cristiana y fluye de la dependencia de Dios. (UN CORAZÓN CENTRADO EN DIOS – CAP. 1)