“¡Pues Daniel respondieron ellos, que es uno de los
exiliados de Judá, no toma en cuenta a Su Majestad ni al decreto que ha
promulgado! ¡Todavía sigue orando a su Dios tres veces al día!” Daniel 6:13
Daniel había alcanzado
gran prosperidad en el mundo, pero su alma también había prosperado. A menudo
los avances externos significan un deterioro interno. El éxito ha envenenado a
miles de miles. Aunque al comenzar la carrera de la vida prometieron ganar el
premio, fueron tentados a desviarse para recoger las manzanas doradas y, por
consecuencia, se perdieron la corona. No fue así con Daniel, él era tan
perfecto delante de Dios cuando estaba en la cumbre como cuando estaba en baja
condición, y esto se explica con el hecho de que él sostuvo la energía de su
profesión exterior mediante una comunión secreta constante con Dios. Se nos dice que él era un hombre de
espíritu excelente y un hombre de mucha oración; por lo tanto, su cabeza no
estaba perturbada con su eminencia sino que el Señor cumplió en él la promesa:
«da a mis pies la ligereza del venado, y me mantiene firme en las alturas». No
obstante, aunque Daniel preservó su integridad, no encontró que una posición de
grandeza fuera una de descanso.
Hoy yo presento el
ejemplo de Daniel para tu consideración porque creo que estos son tiempos en
los cuales necesitamos ser tan firmes y resueltos como él, y porque de
cualquier modo a cada uno de nosotros a veces nos llegarán situaciones antes de
que ganemos nuestra corona en la cual necesitaremos poner nuestros pies en el
suelo y ser firmes y decididos por el Señor y su verdad.
(A través de la Biblia
en un año: Daniel 7-9)
CHARLES SPURGEON - (Devocional “A los Pies del Maestro”)


