“Obedezco tus preceptos y tus estatutos, porque conoces
todos mis caminos.” Salmos 119:168
Ojalá todo cristiano
fuera del todo y para siempre obediente a las leyes celestiales. Así como el
planeta gira sin desviarse de su órbita, porque con la ley que se le impuso hay
una fuerza que lo obliga y lo impele, así también debiéramos nosotros seguir
nuestro curso del deber porque no solo hemos escuchado el precepto divino sino
que hemos sentido la sagrada energía del Espíritu Santo que nos guía por el
camino recetado. Hermanos, qué seguros nos sentimos y qué felices en nuestras
conciencias si estamos seguros de tener la autoridad del Gran Rey para todas
nuestras acciones. El negocio de un
cristiano en la tierra no es un asunto independiente, él no actúa por su propia
cuenta sino que es un mayordomo de Cristo.
Ahora bien, si nos
servimos a nosotros mismos o al mundo, debemos asumir las consecuencias de
nuestra infidelidad, pero si servimos al Señor honestamente, todo está claro.
Cuando un cristiano puede decir con respecto a cualquier conducta: «Jesucristo,
mi Señor, me ha ordenado hacer esto, puedo encontrar el capítulo y el versículo
que autorizan mis actos», si puede sentir que está trabajando para Cristo y no
para sí mismo, con los ojos puestos en la gloria de Dios y no con objetivos
siniestros ni motivos egoístas, entonces él pisa sobre la roca y desafía la
censura de sus enemigos. Al referirte a una tarea positiva, tu lenguaje será:
«Considero que debo hacer esto porque veo una orden expresa para la misma y por
lo tanto se hará; aunque sea difícil, se alcanzará, aunque sea imposible,
esperaré en aquel que permite que la fe mueva montañas».
(A través de la Biblia
en un año: Zacarías 9-11)
CHARLES SPURGEON - (Devocional “A los Pies del Maestro”)


