CUANDO FALTAN LAS FUERZAS
Por Faustino de Jesús Zamora Vargas
“Por esto hallé misericordia, para
que en mí, como el primero, Jesucristo demostrara toda Su paciencia como un
ejemplo para los que habrían de creer en El para vida eterna.” 1 Timoteo 1:16
“El SEÑOR es mi fuerza y mi escudo;
En El confía mi corazón, y soy socorrido; Por tanto, mi corazón se regocija, Y
Le daré gracias con mi cántico.” Salmos
28:7
Jerusalén sitiada. Senaquerib, rey de Asiria (2 Crónicas 32) intentando tomar la ciudad con su poderoso
ejército. El pueblo atemorizado. El temor debilita las fuerzas y hace
desfallecer el corazón. Ante la incertidumbre de lo que está por suceder,
afloran las dudas. Dios te lleva a los desiertos
de la vida para poner a prueba la fe y descubrir las maquinaciones del corazón.
Senaquerib se burlaba del Dios de Ezequías “…el Dios de Ezequías no librará a
Su pueblo de mi mano.” (2 Cr 32:17).
El Rey de Judá arengó al pueblo: “Sean fuertes y valientes; no teman ni
se acobarden a causa del rey de Asiria, ni a causa de toda la multitud que está
con él, porque el que está con nosotros es más poderoso que el que está con
él.” (2 Cr 32:7). Ezequías,
acompañado por el profeta Isaías, clamó al Señor de los Ejércitos y un ángel
del Señor libró al pueblo de los invasores. Dice la Biblia que Ezequías
prosperó en todo lo que hizo (2 Cr 32:30).
Ezequías como David, fue un hombre de oración. La búsqueda de Dios en los momentos difíciles. La confianza en las misericordias
de Dios por encima de los proyectos humanos. Cuando la oración se convierte
en un estilo de vida para quien confía y cree en el poder de Dios ante las
dificultades, es milagro ocurre, porque Dios extiende su mano para el que se
humilla en oración y clama por la justicia divina. Las lágrimas que causan las
pruebas y el desfallecimiento espiritual consecuencia de nuestros propios actos
concupiscentes, pueden convertirse en alabanza y canto si nos volvemos al que
es fuente de consuelo y de amor, Jesucristo, nuestra Roca y Señor.
La vida del cristiano también puede ser sitiada. Los soldados de las
potestades espirituales no cejan en su intento de poner cerco a nuestra
fidelidad y amor al Señor, rodearnos con sus trampas sutiles de promesas
aparentemente pueriles, pero engañosas; hostigarnos con las tentaciones para
achicar la fe. ¿Qué es la vida cristiana, sino una auténtica guerra espiritual?
El pueblo se desanimó, pero Ezequías confío en su Señor y le animó a
confiar en Él. Dios respondió con poder.
Él no puede ser burlado. Él responde cuando ponemos toda nuestra confianza
en su misericordia y poder. El temor de Dios es fuente de vida y paz para el
que le busca y confía en sus promesas de fidelidad y restauración. Cristo es el
pronto auxilio, la Roca donde podemos sostenernos firmemente cuando las fuerzas
faltan y el corazón desfallece; es el motivo de nuestra adoración aun cuando la
maldad asedia y nos causa tropezadero. El corazón que humillado se vuelve a
Dios, experimenta gozo y bendición.
Las fuerzas del hombre no son las de Dios. Parece un simplismo, pero a
veces creemos en nuestros “carros y caballos” (Salmo 20:7 RV) y no en la provisión sobrenatural de Dios, que es
Cristo nuestro Señor. Por eso flaquean y
desfallecen, se abruma el alma y trae tristeza al corazón. Pero Dios es
bueno y para siempre es su misericordia. ¿A quién iremos sino a aquel que tiene
palabra de vida eterna? (Juan 6.68).
Jesús espera. Él es especialista en esperar por el que duda, por el que se
arrepiente de su incredulidad, por el que cae en la trampa del cazador, pero
pone sus ojos en Él para salvación y restauración. Su brazo extendido nos da aliento, fuerzas renovadas y bendición.
Volvernos a Él cuando flaquean nuestras fuerzas trae gozo y paz. ¡Dios te
bendiga!


