“Por eso los fieles te invocan en momentos de angustia;
caudalosas aguas podrán desbordarse, pero a ellos no los alcanzarán. Tú eres mi
refugio; tú me protegerás del peligro y me rodearás con cánticos de liberación.” Salmo 32:6-7
Me he dado cuenta que
predico mejor cuando oro mientras predico. Y la mente es impresionante en sus
actividades. La mente puede orar mientras está estudiando, puede volverse a
Dios mientras está hablando con un hombre, y puede extender su mano para
recibir las provisiones de parte de Dios mientras la otra mano está extendida
ofreciendo algo de aquello que ha recibido. Ora mientras tengas vida. Ora
cuando estés sufriendo un gran dolor, mientras
más agudo sea el dolor, más y más debes perseverar en tu ruego ante Dios.
Y cuando te rodeen
sombras de muerte y sientas cosas extrañas que te hagan sobrecogerte y que te
adviertan que estás a punto de llegar al final de tu viaje, entonces haz
oraciones cortas como esta: «No escondas tu rostro de mí, oh, Dios», o esta:
«No te alejes de mí, oh, Dios», sin duda te confortarán. «Señor Jesús, recibe
mi espíritu», fueron las emotivas palabras de Esteban al momento de morir; y
«Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu», fueron las palabras que tu propio
Maestro pronunció antes de inclinar su cabeza y entregar su espíritu. Puede que
tú sufras algún dolor similar y, entonces, deberás imitarlo.
(A través de la Biblia
en un año: Ezequiel 17-20)
CHARLES SPURGEON - (Devocional “A los Pies del Maestro”)


