“Alaben al Señor, ustedes sus ángeles, paladines que
ejecutan su palabra y obedecen su mandato. Alaben al Señor, todos sus
ejércitos, siervos suyos que cumplen su voluntad. Alaben al Señor, todas sus
obras en todos los ámbitos de su dominio. ¡Alaba, alma mía, al Señor!” Salmos 103:20-22
El cristiano debe
llevar una vida de completa devoción a Dios. Alabar a Dios con nuestras voces y
nuestras acciones por las misericordias recibidas, y luego orar a Dios por las
misericordias que necesitamos, reconociendo con devoción que provienen de él,
son los dos ejercicios que de una u otra forma deben conformar toda la
existencia de un ser humano. El salmo de nuestra vida debe alternar versos de
oración con versos de alabanza, hasta que lleguemos al otro mundo, donde cesará
la oración y la alabanza se ocupará de toda nuestra inmortalidad.
«Pero», dice alguien,
«tenemos nuestras ocupaciones cotidianas que debemos atender». Sé que es así, pero existe una forma de
hacer de las ocupaciones diarias parte de nuestra vida de alabanza y oración.
Dices: «Danos nuestro pan diario», esa es una oración que haces antes de irte a
trabajar, pero mientras trabajas, si lo haces con un espíritu consagrado, estás
activamente orando la misma oración mediante tu legítima labor. Alabas a Dios
por las misericordias recibidas mediante un himno que elevas en la mañana, y
cuando te dedicas a llevar a cabo los deberes de la vida y haces allí aquellas
cosas que honran el nombre de Dios, estás elevando tu alabanza más sublime.
Recuerda que, para los cristianos, trabajar es orar, como diría aquel verso de
Coleridge: «El que más ora es aquel que más ama».
(A través de la Biblia
en un año: Jeremías 49-52)
CHARLES SPURGEON - (Devocional “A los Pies del Maestro”)