“Cuando traté de comprender todo esto, me resultó una carga
insoportable, hasta que entré en el santuario de Dios; allí comprendí cuál será
el destino de los malvados.” Salmo
73:16-17
Hay tiempos cuando
parece que los malvados logran todo lo que se proponen. Esta tierra no es el
reino de la justicia final, todavía no estamos compareciendo ante el trono del
juicio de Dios. Dios permite que por el momento algunas cosas estén confusas.
Aquellos que más lo estiman con frecuencia son los menos estimados por los
hombres, y aquellos que no lo tienen en cuenta parecen acaparar todos los
tesoros del mundo hasta que se les saltan los ojos de gordura y tienen más de
lo que cualquier corazón pudiera desear. Que ningún hijo de Dios se asombre de
esto.
También es cierto que
los malvados triunfan y los servidores de la iniquidad se deleitan en los
mejores lugares de esta tierra. Los
justos no tienen que asombrarse de estar sufriendo ahora pues este ha sido el
destino del pueblo de Dios en todas las épocas, y ha habido tiempos en la
historia de la humanidad cuando parece que Dios está sordo ante los lamentos de
su pueblo que sufre. En dichos tiempos también se ha comprobado el poder de la
Palabra de Dios. Cuando tu barca atraviesa un mar en calma, la Palabra de Dios
puede llegar a convertirse en letra muerta para ti, pero cuando las olas son
enormes y amenazan con ahogarte, y te hundes cada vez más y temes que las
profundidades te traguen, entonces comienzas a poner a prueba las promesas de
Dios y a comprobar el poder de la Palabra de Dios. Cuando su dulzura
inexplicable cautiva tu corazón, entonces puedes reconocer que la Palabra de
Dios te ha enseñado. Te das cuenta que «dichoso es aquel a quien tú, Señor,
corriges; aquel a quien instruyes en tu ley» (Salmo 94:12).
(A través de la Biblia
en un año: Isaías 41 - 44)
CHARLES SPURGEON - (Devocional “A los Pies del Maestro”)


