DIOS CONVIRTIÓ MI DESASTRE EN MI
MENSAJE
Por Maryann Loveing
El diccionario Merriam-Webster define la palabra desastre como
"alteración del orden público, ofensivo o desagradable debido a torpeza,
negligencia o mala conducta." Si pudieras ponerle una cara a esta definición,
habría sido la mía.
Mi trágica elección. Exteriormente, nadie habría asumido
que yo fuera un desastre. Era activa en nuestra iglesia, pero tenía un corazón
muerto para las cosas de Dios. Yo estaba desesperada, anhelaba el amor y la
aceptación, aparte de la relación con Dios, y estaba buscando el amor en los
lugares equivocados. Nunca hubiera podido imaginar dónde me llevaría este
viaje.
Hay una inexplicable libertad y gozo cuando se saben las peores cosas
acerca de ti y no tienes nada que ocultar.
Esta misma semana, tuve una conversación con mi hijo, de doce años de
edad. Necesitaba compartir con él, como lo he hecho con mis otros hijos, acerca
del camino por el que me ha llevado el Señor. Mientras compartía con él, había
ternura, compasión y perdón. A través de mi historia, mi hijo vio a Jesús como
nuestro Redentor con mayor claridad de lo que nunca lo había hecho antes.
Verás, quedé embarazada a la edad de dieciocho años y tuve un aborto. En
ese momento, simplemente mi corazón enterró el arrepentimiento. Ese plan
funcionó por un tiempo, y me convertí en una confiable mujer de trabajo en el
mundo corporativo. Tuve un gran trabajo en una hermosa ciudad, muy lejos de mi
turbulenta adolescencia.
Invadida por la gracia de Dios. Al mismo tiempo, la gracia de Dios
comenzó a invadir mi alma estéril, y lo empecé a abrazar con amor sensible. Me
comprometí a servirle con mi vida. Me casé con un hombre de Dios, tuve nuestro
primer hijo sólo unos pocos años más tarde. Mi mundo lucia completo. Pero
entonces ocurrió lo inesperado.
El día de mi primera ecografía, vi a mi bebé moverse dentro de mí.
Exquisito. Delicado. Vulnerable. De repente, mi pasado llegó avasallándome.
Estaba todavía temblando cuando salí del hospital, antes de estallar en una ola
de amargo llanto. En ese momento, fue como si Dios hablara a mi corazón y me
dijera: "Hija mía, te estoy confiando esta pequeña vida, y te amo."
Bajo el hermoso cielo de Florida, aprendí la verdadera definición del amor de
Dios. Un amor que llevó a Cristo a dejar el cielo y soportar la cruz. Un amor
que le permitió soportar toda la ira de Dios contra el pecado, para que nos
pudiera dar a todos libremente el amor y el perdón. Un amor que fue mío —una
chica egocéntrica que había optado por abortar a su hijo—.
Caminando en la Luz. Alrededor de un año después del nacimiento de nuestra hija,
tuve que decirle a mi marido el secreto de mi pasado. Unidad en nuestro
matrimonio significa no ocultar nada. Pasamos dos días hablando del desastre, y
por primera vez, sentí un nuevo nivel de libertad al orar juntos. Mi marido me
comunicó que creía que Dios quería usar mi historia para impactar a otros.
Pensé: ¡No puede ser! ¡Esto paso hace tiempo!
Empecé a descubrir algunos principios poderosos sobre la sanación que
nos unen.
En primer lugar, el poder del pecado
está en el secreto.
Cuando me escondí detrás de lo que había hecho, mi corazón desarrolló heridas
de un miedo paralizante, vergüenza y auto-rechazo. Pero ¡Jesús quería
liberarme! Colosenses 1:13 dice: "Él nos libró del dominio de las
tinieblas." Entiendo perfectamente cómo lucen las tinieblas, y estoy muy
agradecida de que Dios me haya sacado de ese lugar.
En segundo lugar, necesitamos a los
demás para poder sanar. El apóstol Santiago nos dice: "Confesaos vuestros pecados unos a
otros, y orad unos por otros para que seáis sanados" (Santiago 5:16). No
sólo necesitamos el perdón que viene de la confesión de nuestros pecados a Dios
(1 Juan 1: 9), sino también la oración, el aliento y la rendición de cuentas a
los demás.
Finalmente, Dios nos usa más fuera
de nuestra zona de debilidad. El apóstol Pablo estuvo una vez con tanta angustia que
"se desesperó de la misma vida" (2 Co 1. 8). En la misma carta, él
nos da el propósito de la adversidad: Dios "nos consuela en todas nuestras
tribulaciones" para que podamos consolar a otros que pasan por problemas
similares (1, 4). Eso, sin embargo, no puede suceder a menos que estemos
dispuestas a compartir nuestras desastrosas historias. Hay una liberación y un
gozo inexplicable, que viene cuando sabes que no tienes que ocultar las peores
cosas acerca de ti. Finalmente puedes ayudar a otros.
Un ministerio inesperado. Hoy, Dios me ha dado un ministerio
inesperado tras el quebrantamiento por mi aborto. Después de compartirlo con mi
esposo, comencé a servir en un centro de atención local para embarazadas. Hablé
en su celebración, dándole pública alabanza al Señor por Su amor y perdón
eterno.
Tengo la oportunidad de compartirlo en todo el país, ya que mi marido y
yo viajamos y compartimos las verdades bíblicas acerca de la honestidad, la
humildad y el perdón. Estas verdades realmente nos hacen libres para caminar en
obediencia, teniendo un impacto eterno en Cristo y en nuestra esfera de
influencia. Mi secreto de haber tenido y ocultado un aborto, es uno de los
muchos que nosotros compartimos. Innumerables mujeres han venido a mí y me
dicen: "Acabas de compartir mi historia, y yo nunca se la he dicho a
nadie." En la medida en que he visto a otros siendo genuinos y
vulnerables, el gozo de la libertad comienza a iluminar sus rostros. Se
sumergen en una más profunda confianza en Dios y aprenden a amar, y adorar de
una manera nueva y fresca.
Ha sido un camino asombroso en la gracia de Dios. Ahora ¡tengo seis
hijos! Hice cosas tan horribles, pero Dios no niega la misericordia a nadie —ni
siquiera a mí—. Mi vida ya no se trata de mí. ¡Todo es acerca de Jesús, y es
realmente hermoso! Solo Dios, pudo volver mi desastre en un mensaje de Su
redención.


