AUNQUE LA HIGUERA NO FLOREZCA…
Iglesia Latina en Munich (http://www.iglesialatina.de/)
Y de repente, un día cualquiera llega el momento de la prueba, o la
enfermedad, o la ausencia… la despedida, el cambio… ¡Algo! Algo que nos pone de
rodillas a implorar al Señor su acción, su respuesta.
Y por lo general, podemos discernir dos opciones a Su respuesta; un
“si”, o un “no”. Sin embargo… muchas veces entre nuestro:-“Amén”- y la voz de
Dios en nuestras vidas, ocurre un tiempo espiritual que suele percibirse
incluso, mucho más extenso que el tiempo cronológico real… Esa capacidad humana
de sentir el tiempo de gozo más corto que aquel de dolor.
Y es cuando nos embarga esa angustia de sentirse olvidado, ignorado…
Como si ese Dios que sabemos real de repente ha girado su mirada de nosotros y
hace silencio… un silencio que penetra en el alma e inmoviliza… y nos sentimos
vulnerables y débiles.
¿Qué ha pasado? ¿Dónde queda ese bagaje de promesas de la Biblia de fortaleza, de
poder, de milagros? Se leen tan frescas y hermosas en la Palabra pero se viven tan
lejanas en esos tiempos… pasajes que motivan a la fe, a pedir, a buscar, a
llamar, promesas de compañía, de abundancia, de salud… Pero entonces… ¿Qué
sucede?
Aparentemente hubo alguien en el relato bíblico que se sintió en uno de
estos momentos:
“Entonces me llenaré de alegría
a causa del Señor mi salvador.
Le alabaré aunque no florezcan las higueras
ni den fruto los viñedos y los olivares;
aunque los campos no den su cosecha;
aunque se acaben los rebaños de ovejas
y no haya reses en los establos.
Porque el Señor me da fuerzas;
da a mis piernas la ligereza del ciervo
y me lleva a alturas donde estaré a salvo.”
Habacuc 3:17-19
¡Que hermosa actitud! Poder alabarle aunque alrededor no haya nada, ni
percibamos nada… Aprovechar ese tiempo de “silencio” del Señor para alabarle,
desinteresadamente, sin esperar esa “respuesta tardía” que no es tal, ya que Él
conoce todas nuestras necesidades antes que se las digamos…
Quizás, y sólo quizás se ocurre… ese silencio tiene un propósito mucho
más profundo… Papá hace silencio para oír nuestra adoración, plena y completa.
Entrar en su presencia, recostarte en su regazo y mientras Él “calla”…
simplemente decirle: -“Te amo”-
El lo hizo primero, desde el principio de los tiempos, te amó siempre,
te amó desde antes que existieras, te amó cuando dio a su hijo a morir por ti,
te amó cuando en Su resurrección te acercó a Él, te amó y te ama siempre…
Quizás hace silencio, para oír tu voz, en alabanza y adoración.
Disfruta de los tiempos de silencio, “aunque la higuera no florezca”…
(Boletín quincenal - 01 Octubre 2014)