sábado, 13 de septiembre de 2014

Nada podéis hacer 13 septiembre




“Separados de mí nada podéis hacer.”  Juan 15:5


LA VIDA DE LA RAMA debe ser en todo una duplicación de la de la Vid. Jesús dijo de sí mismo: «El Hijo no puede hacer nada por su cuenta.» Como resultado de su entera dependencia, pudo añadir: «Todo lo que hace el Padre, el Hijo también lo hace.» Como Hijo no recibió su vida del Padre una vez para siempre, sino momento tras momento. Su vida fue un continuo esperar en el Padre en todo lo que tenía que hacer.

Y, así, Cristo dijo a sus discípulos: «Sin mí nada podéis hacer.» Y literalmente quiere decir esto. A todo aquel que quiere vivir una vida de verdadero discipulado y llevar fruto y glorificar a Dios le llega el mensaje: «No podéis hacer nada.» Lo dicho antes —«El que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto»— se refuerza aquí con el más sencillo y fuerte comentario: «Permanecer en mí es indispensable, porque, como sabéis, vosotros no podéis hacer nada para mantener o llevar una vida celestial.» En la misma raíz de una vida espiritual fuerte se halla la profunda convicción de la verdad de estas palabras.

De la misma manera que no puedo crear nada por mí mismo, o levantar un muerto y devolverle la vida, no puedo darme a mí mismo vida divina. Así como no puedo darme vida divina, tampoco puedo mantenerla o aumentarla; todo movimiento es la obra de Dios por medio de Cristo y su Espíritu. En la medida en que un hombre cree esto tomará la posición de dependencia total y continua, que es la verdadera esencia de la vida de fe. Con el ojo espiritual ve a Cristo en todo momento proporcionándole gracia para cada aliento y cada progreso en su vida espiritual. Todo su corazón dice «Amén» a la Palabra: «No podéis hacer nada.» Y porque lo dice, puede también decir: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.» Este sentimiento de invalidez y de permanecer que le impulsa le lleva a dar verdadero fruto y a la diligencia en las buenas obras.

¡Sin mí nada podéis hacer sino rogar y llamar para permanecer en Cristo en todo momento! Sólo tenemos que regresar a la vid para ver lo verdadero que es esto. Miremos otra vez la ramita, inválida y sin fruto, a menos que reciba savia de la vid, y aprendamos que la plena convicción de no poder hacer nada aparte de Cristo es lo que necesitamos para permanecer en la vid celestial. Este es el gran sentido de la poda de la que habló Cristo: todo el "yo" debe ser humillado para que tengamos confianza sólo en Cristo. «Permaneced en mí» —¡mucho fruto!— «Sin mí» ¡nada! ¿Puede caber todavía alguna duda sobre cuál debemos preferir?

La lección de la parábola es: de la misma manera y con la misma naturalidad que la rama permanece en la vid, vosotros podéis permanecer en Cristo. Porque por esto es la verdadera Vid; por esto Dios es el Labrador; por esto tú eres una rama. ¿No pediremos a gritos a Dios que nos libre para siempre de la posibilidad de este «Sin mí» y haga del «permaneced» una realidad ininterrumpida? Que tu corazón se acoja a Cristo, a lo que El puede hacer, a su divino poder, a su tierno amor para cada una de las ramas, y di con confianza creciente: «¡Señor! Yo permanezco; llevaré mucho fruto. Mi impotencia es mi fuerza. ¡Amén! Aparte de Ti, nada. En Ti, mucho fruto.»

ORACIÓN. Sin mí, nada. Señor, acepto de buen grado esta disposición: Yo, nada; Tú, todo. Mi nulidad es mi mayor bendición, porque Tú eres la Vid, que lo das todo y lo haces todo. ¡Así sea. Señor! Yo, nada, esperando en tu plenitud. ¡Señor, revélame la gloria de esta vida bienaventurada!


ANDREW MURRAY - (Devocional diario “LA VID VERDADERA”)







TRADUCCIÓN