viernes, 12 de septiembre de 2014

Mucho fruto 12 septiembre




“El que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto.”  Juan 15:5


NUESTRO SEÑOR ha hablado de fruto, más fruto. Ahora añade otra idea: mucho fruto. Hay en la vid tal plenitud que el requerir mucho fruto no es una exigencia, sino que es una simple promesa de lo que ocurre a la rama que vive en este doble permanecer: él en Cristo, y Cristo en él. «Este lleva mucho fruto.» Es cierto.

¿Habéis notado la diferencia en la vida cristiana entre la obra y el fruto? Una máquina puede hacer trabajo; sólo una vida puede llevar fruto. Una ley puede obligar a trabajar; sólo el amor puede dar fruto espontáneamente. El trabajo implica esfuerzo y tarea: la idea esencial del fruto es que es un producto natural reposado de nuestra vida interior. El jardinero puede trabajar para dar a su manzano los cuidados que necesita; pero él no puede producir una manzana: el árbol trae el fruto.

Del mismo modo en la vida cristiana: «El fruto del Espíritu es amor, paz, gozo.» La vida sana lleva mucho fruto. La relación entre la obra y el fruto se ve mejor, quizá, a partir de la expresión «llevando fruto en toda buena obra» (Colosenses 1:10). Sólo cuando las buenas obras proceden de la actividad del Espíritu son aceptables a Dios. Bajo la obligación de la ley y la conciencia, o bajo la influencia de la inclinación y el celo, los hombres pueden mostrarse muy diligentes en buenas obras y encontrar que el resultado espiritual es muy pequeño. La razón es sólo una: que sus obras son el resultado del esfuerzo humano, en vez de ser el fruto el Espíritu, el resultado natural y sosegado de la operación del Espíritu en nosotros. Que todos los obreros vengan y escuchen cómo nuestra santa Vid revela la ley de cómo dar fruto seguro y abundante: «El que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto.»

El jardinero cuida de una cosa: la vida fuerte y sana del árbol; el fruto sigue de un modo natural. Si quieres llevar fruto, procura que tu vida interior sea perfectamente recta, que tu relación con Cristo Jesús sea clara e íntima. Empieza cada día con El por la mañana, para saber de verdad que estás permaneciendo en El, y El en ti. Cristo dice que sólo esto puede satisfacer. No es el que seas más diligente, corras o te esfuerces sino «por mi Espíritu, dice el Señor». Haz frente a cada nueva obligación, empieza cada nueva empresa con el oído y el corazón atento a la voz del Maestro: «El que permanece en mí, éste lleva mucho fruto.» Preocúpate del permanecer; El cuidará del traer fruto.

Hermano, es Cristo que debe serlo todo. La vid proporciona la savia, la vida y la fuerza; la rama espera, recibe y lleva fruto. ¡Oh, qué bienaventuranza ser sólo ramas por las cuales fluya el Espíritu y así dar la vida de Dios a otros hombres! Te ruego que pidas al Espíritu Santo que te ayude a comprender el lugar solemne que ocupas en la mente de Dios. El te ha plantado en su Hijo con la vocación y el poder de traer mucho fruto. Acepta esta posición. Mira siempre hacia Dios y hacia Cristo y espera con gozo que Dios haya planeado hacerte una rama fructífera.

ORACIÓN. ¡Mucho fruto! Así sea, bendito Señor Jesús. Puede ser, porque Tú eres la Vid. Será, porque yo estoy permaneciendo en Ti. Debe ser, porque el Padre es el Labrador que poda y cuida la rama. Sí, mucho fruto, procedente de la abundancia de tu gracia.


ANDREW MURRAY - (Devocional diario “LA VID VERDADERA”)







TRADUCCIÓN