viernes, 5 de septiembre de 2014

Más fruto 5 septiembre




“Y  todo  aquel  que  lleva  fruto,  lo  limpia,  para  que  lleve  más  fruto.”  Juan 15:2


LA IDEA DEL FRUTO es tan prominente a los ojos de Aquel que ve las cosas como son; el fruto es tan verdaderamente aquello en lo que Dios ha puesto su corazón, que nuestro Señor, después de haber dicho que la rama que no lleva fruto es quitada, añade: y aquella que da fruto, el Labrador desea que dé más fruto. Como don de su gracia, como muestra de vigor espiritual, para mostrar la gloria de Dios en Cristo, como manera única de satisfacer las necesidades del mundo, Dios desea y nos equipa para dar más fruto.

Más fruto. Esta es una palabra que nos hace pensar. Como iglesias y como individuos estamos en peligro siempre de estar satisfechos de nosotros mismos. El espíritu secreto de Laodicea —somos ricos y llenos de bienes y no necesitamos nada— puede prevalecer donde menos lo sospechemos. El aviso divino —sois pobres, desventurados, miserables y desnudos— encuentra poca respuesta donde en realidad es más necesaria. No nos quedemos contentos con la idea de que hacemos nuestra parte, como hacen otros, en la obra que hay que hacer; o que los hombres están satisfechos con nuestros esfuerzos en el servicio de Cristo, o incluso nos señalan como ejemplos. Que nuestro solo deseo sea saber si llevamos todo el fruto que Cristo quiere que demos como ramas vivientes, en unión íntima y viva con El, si satisfacemos el corazón amante del gran Labrador, nuestro Padre en el Cielo, en su deseo de tener más fruto.

Más fruto. La palabra viene con la autoridad divina para poner a prueba nuestra vida: el verdadero discípulo se someterá de buena gana a la luz santa y pedirá a Dios que le muestre aquello que puede ser defectuoso en la medida o en el carácter del fruto que lleva. Creamos que la Palabra quiere conducirnos a una mayor experiencia del propósito de amor del Padre, de la plenitud de Cristo y del maravilloso privilegio de llevar mucho fruto para la salvación de los hombres.

Más fruto. La palabra es alentadora. Oigámosla. Este mensaje va dirigido a la rama que ya lleva fruto: más fruto. Dios no exige, como Faraón, el amo de esclavos, o como Moisés, el legislador, sin proveer los medios para el fin. Viene como Padre, que da lo que pide, que obra lo que manda. Viene a nosotros como ramas vivas de la Vid viviente, y nos ofrece obrar más fruto en nosotros si estamos dispuestos a rendirnos a sus manos. ¿No aceptaremos la oferta y esperaremos que la realice en nosotros?

«Que lleve más fruto»: creamos que así como el propietario de una vid, el labrador, hace todo lo que puede para que el fruto sea sabroso, el divino Labrador hará todo lo necesario para que demos más fruto. Todo lo que nos pide es que entreguemos nuestro corazón a la tarea, que nos ofrezcamos para que El cuide y trabaje, y esperemos con gozo que El haga su obra perfecta en nosotros. Dios ha puesto su corazón en tener más fruto; Cristo espera para obrarlo en nosotros; esperemos gozosos que el divino Labrador y la Vid celestial realicen la obra de que nosotros produzcamos más fruto.

ORACIÓN. Padre nuestro que estás en los cielos, Tú eres el Labrador celestial. Y Cristo es la Vid celestial. Y yo soy una rama celestial, participante de la vida celestial de Cristo, para llevar su fruto celestial. Padre, que el poder de su vida me llene de tal modo que pueda dar más fruto, para la gloria de tu nombre.


ANDREW MURRAY - (Devocional diario “LA VID VERDADERA”)







TRADUCCIÓN