CRISTO, VERDADERO CONQUISTADOR
Por Faustino de Jesús Zamora Vargas
“Santifiquen a Cristo como Señor en
sus corazones, estando siempre preparados para presentar defensa ante todo el
que les demande razón de la esperanza que hay en ustedes.”
1 Pedro 3:15
“El SEÑOR haga resplandecer Su
rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia.” Números 6:25
Cuenta la historia de Cuba que el Indio Hatuey fue el primer rebelde que
se rebeló contra la dominación española a finales del siglo XV (1492-1500). La
rebelión de Hatuey fue sofocada y fue condenado a morir en la hoguera por
rebelde y por hereje. ¿Su herejía? Se
negó a aceptar a un Dios que los españoles trataron de imponerle y que para
Hatuey era el símbolo de la destrucción, la muerte, la esclavitud y el despojo.
Dicen que cuando Hatuey ya estaba presto a morir el sacerdote Bartolomé de las
Casas le ofreció a Cristo para “ir a vivir en el cielo”. Hatuey le dijo: ‘si
ustedes van al cielo con todas las barbaridades que han hecho con nosotros, ¡yo
no quiero estar allí!’ Y fue quemado
vivo en una zona del oriente cubano que desde entonces se llama Yara.
La historia del Cacique Hatuey es de mucha actualidad. Las personas se
niegan “ir al cielo” porque cada vez ven menos patrones en los cristianos que
sean dignos de imitar y de desear. Ya pocas veces se valora al cristiano por
las apariencias de piedad y sus conocimientos bíblicos, sino por lo que hace,
por la vida que manifiesta de manera natural y sin fingimiento como hijo de
Dios. El cristiano es blanco cada día del juicio de sus semejantes en todos los
sentidos. Si prometemos el cielo y decimos que somos herederos del Reino y la
gente nos juzga como poco idóneos para merecer lo que les prometemos en el
nombre de Jesús, es mejor callar y no testificar.
Cuentan que las palabras del Cacique Hatuey al negarse ir al cielo por
el testimonio inhumano de los primeros cristianos españoles que vinieron a
América, fueron para el Padre las Casas una verdadera inspiración para
convertirse desde entonces en un defensor de aquellos infelices aborígenes de
nuestros pueblos y un cronista de las barbaridades cometidas por los cristianos
conquistadores.
La iglesia de Cristo es responsable de testificar, no de conquistar
almas. El conquistador es Cristo, el que
cautiva los corazones de tal manera que se hace irresistible para el alma
quebrantado. Cada cristiano es una piedra en el edificio espiritual
construido sobre la Roca
que es su hijo Jesús. Nunca prometa a otros el cielo si Ud. no está seguro que
su fe y su vida cristiana estén cimentadas sobre Cristo, la Roca. Nadie le creerá.
Muéstreles una vida cristiana de amor (a Dios y a los demás), fidelidad, gracia
y paz y deje al Espíritu mover las pasiones humanas y mostrarles el verdadero
rostro de Jesús.
¡Dios te bendiga!


