TESOROS VIEJOS Y TESOROS NUEVOS
Por Felipe Nunn
¿Qué es mejor: lo viejo o lo nuevo? Cuando se trata de vinos, los
expertos dicen que “entre más añejo es mejor” (Lucas 5:39). Cuando se trata de la vida cristiana, el apóstol
Pablo motiva a sus lectores diciendo: “Limpiaos, pues, de la vieja levadura,
para que seáis nueva masa, sin levadura como sois’’ (1 Corintios 5:7). Aquí lo
nuevo es mejor.
Con el paso del tiempo se nos van olvidando las cosas y la comparación entre
lo viejo y el nuevo se nos hace más difícil. Hace unos 3.000 años el rey Salomón
escribió: “Nunca digas: ¿Cuál es la
causa de que los tiempos pasados fueron mejores que estos? Porque nunca de esto
preguntarás con sabiduría” (Eclesiastés 7:10). Claramente no hay virtud en
que algo sea ‘viejo’ o sea ‘nuevo’.
Cuando un judío se convertía a Cristo, se enfrentaba al reto de seguir
tanto lo nuevo como lo viejo: “Por eso todo escriba docto en el reino de los
cielos es semejante a un padre de familia que saca de su tesoro cosas nuevas y
cosas viejas” (Mateo 13:52).
Cuando se trata de la inmutable revelación de Dios, somos llamados a contender
“ardientemente por la fe que ha sido una
vez dada a los santos” (Judas 3). Debemos de confiar y edificar sobre una
base firme y antigua que
es la Palabra
de Dios. Esto se llama fidelidad. Pero a medida que pasa el tiempo, los gustos,
las culturas y las formas cambian. Por lo tanto, estamos llamados a hablar la
misma verdad eterna pero aplicada a situaciones nuevas. Es decir, la misma
revelación de Dios pero con palabras nuevas. Este reto lo enfrentamos todos,
pues toda iglesia y todo ministerio se desenvuelve en medio de un mundo que
cambia constantemente.
Cuando nos enfrentemos con el desafío del cambio, evitemos las fórmulas simplistas
utilizadas por algunos que dicen que ‘todo lo nuevo tiene que ser bueno porque
es nuevo’ o ‘que todo lo viejo tiene que ser bueno porque es viejo’. Que el
Señor nos ayude a beneficiarnos de las cosas nuevas pero sin perder las cosas
buenas y verídicas del pasado. Que podamos ser como el maestro judío convertido
que “saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas”.


