“No se inquieten por
nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego presenten sus peticiones a
Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento,
cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús.” Filipenses 4:6-7
¿Por qué permitirle a la inquietud que siga carcomiendo su corazón? Ella debilita nuestra capacidad para ayudarnos
a nosotros mismos y especialmente nuestro poder para glorificar a Dios. Un
corazón inquieto y ansioso nos impide ver las cosas con claridad. Permitir que
la inquietud nos domine es algo así como echar el aliento de nuestra ansiedad
en el lente de un telescopio, mirar luego por él, y decir que no podemos ver
nada más que nubes. Desde luego no podemos ver y jamás podremos, mientras lo
sigamos empañando. Si estamos calmados, tranquilos y controlados, estaremos en
capacidad de hacer lo que es correcto. Tenemos que estar “concentrados” en el
tiempo de la dificultad. Tiene presencia de ánimo quien tiene la presencia de
Dios. Si olvidamos orar no es de extrañar que estemos en apuros y hagamos lo
primero que se nos ocurra –ver lo que
debemos hacer y luego hacerlo en la presencia de Dios con fe y confianza–. La
inquietud es dañina.
Supongo que para muchos de nosotros los motivos de preocupación son
múltiples. Si usted es como yo, una vez que está cargado de afanes, ansioso y
temeroso, se vuelve incapaz de contar todas sus preocupaciones, aunque pueda
contar los cabellos de su cabeza. Las preocupaciones se multiplican para
aquellos que se dejan dominar por ellas. Cuando usted piensa que realmente
tiene muchas preocupaciones, hay otras tantas que ya se están amontonando a su
alrededor. Ser indulgente con este hábito de inquietarse y ponerse ansioso
conduce a que él domine su vida haciéndola indigna de vivirse. Los problemas y
las preocupaciones son muchas, por lo tanto, haga que sus oraciones tan bien lo
sean. Convierta cada motivo de preocupación en oración. Que sus inquietudes
sean la materia prima de sus oraciones. El alquimista esperaba convertir la
escoria en oro; usted tiene el poder real de para cambiar lo que por naturaleza
es una preocupación, en un tesoro espiritual en forma de oración. Déle un nuevo
nombre a la ansiedad y llámela bendición, en el nombre del Padre, del Hijo y
del Espíritu Santo.
ORACIÓN. Padre Dios, estoy lleno de afanes y preocupaciones. Las dejo en tus
omnipotentes manos en este momento. Amén.
CHARLES SPURGEON -
(Devocional diario "LA ORACIÓN ")


