"...Si sufrís por hacer el bien, eso merece
elogio..." (1 Pedro 2:20 CST)
¿Has visto cómo resbala
el agua en el cuerpo del pato? Así debería ser cuando recibas comentarios
desagradables. 'Pero me hirieron', dirás. Párate y piénsalo: si de verdad ésos
son tus sentimientos, los demás no tienen ningún control sobre ellos, solamente
el que tú les dejes tener. Lo cierto es que casi todos están más preocupados de
lo suyo que de lo tuyo; por lo tanto, tú sabes más de ti de lo que ellos podrán
llegar a saber jamás. Lo que cuenta no es lo que digan de ti los demás, si no
lo que diga Dios y lo que tú digas de ti mismo. Cuando sabes quién eres, no
permites que los demás determinen lo que vales. Jesús sabía que sus acusadores
eran ignorantes, por eso Lo temían. La
gente lucha contra lo que no entiende. La mente tiende a resentirse contra lo que
no puede controlar.
Jesús nunca rogó a
nadie que creyera en Él. ¿Por qué? Porque sabía que la integridad no se puede
demostrar, sino que se debe discernir. Así que se centró en su meta. Sus
enemigos lo acusaron de estar poseído por demonios, pero Él no les prestó
atención; es más, siguió echando fuera demonios. No intentó parecer bueno; Él
ya era bueno. No intentó ser honrado; Él ya era honrado. Es humano desear ser
amado, valorado y admirado, pero tus enemigos nunca dejarán tu reputación
intacta. Debes levantarte y sobreponerte a todo eso y no permitir que lo que
digan los demás te haga cambiar de opinión ni de manera de ser. Sé como los
creyentes del Nuevo Testamento. "...Los apóstoles salieron del Consejo,
llenos de gozo por haber sido considerados dignos de sufrir afrentas por causa
del Nombre [de Jesús]" (Hechos 5:41 CST).
BOB Y DEBBIE GASS - (Devocional "LA PALABRA PARA
HOY")