LAS RECOMPENSAS DE DIOS
Por Felipe Nunn
En el año 539 a .C.
algo extraordinario ocurrió en uno de los grandiosos banquetes del rey Belsasar:
“aparecieron los dedos de una mano de hombre, que escribía delante del
candelero sobre lo encalado de la pared del palacio real”. Aterrado, el rey
ofreció una gran recompensa a quien pudiera descifrar el mensaje. “Entonces Daniel respondió y dijo delante
del rey: Tus dones sean para ti, y da tus recompensas a otros. Leeré la
escritura al rey, y le daré la interpretación” (Daniel 5:5, 17). ¿Deberían
también los cristianos rechazar las recompensas? Quizá algunos de nosotros
vemos las recompensas como una especie de soborno, una motivación egoísta que
amenaza con quitarle valor a una causa noble. Pero, ¿es esa la actitud correcta?
Es claro que somos salvos por gracia y no como recompensa por nuestro buen
comportamiento (Ef. 2:8-10). Pero, ¿qué si Dios ha decidido darnos recompensas
dependiendo de cómo usted y yo vivimos en la tierra? ¿Es correcto o es
‘espiritual’ el ignorar dichas referencias Bíblicas acerca de las
‘recompensas’?
LAS RECOMPENSAS DAN ÁNIMO
El autor de la carta a los Hebreos recordó a sus lectores que su
antepasado Moisés tuvo “por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros
de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón”. Además, afirmó
que si queremos agradar a Dios debemos tener en cuenta que “es necesario que el
que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le
buscan” (Heb. 11:6, 26). Esto es un verdadero
estímulo. Las elecciones que usted y yo
hacemos como cristianos en la vida no son olvidadas, ¡tienen valor eterno!
No es necesario compararnos con otros cristianos. Tampoco debemos competir
contra otros, porque “cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor” (1 Cor. 3:8). “De cierto os digo” dice
el Señor Jesús, que incluso pequeños actos de bondad, como aquel que da un vaso
de agua fría, “no perderá su recompensa” (Mat.
10:42).
RECOMPENSAS CONDICIONALES
Vale la pena advertir que a menudo las recompensas en la Biblia son condicionales.
Por lo general, hay que hacer algo para recibir una recompensa: “Y cualquiera
que dé a uno de estos pequeñitos un vaso de agua… no perderá su recompensa”
(Mat. 10:42).
“Pues si anuncio el evangelio… si lo hago de buena voluntad, recompensa tendré” (1Cor. 9:16,17). “Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? (Mat. 5:46). Cuando servimos a Dios o a nuestro prójimo, debemos evitar el intentar impresionar a los demás, “de otra manera, no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos”. En el servicio a Dios y a los demás, debemos seguir la guía del Señor y ser impulsados por el Espíritu Santo: “Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa” (1 Cor. 3:14). Las recompensas del Señor me animan a servirle fielmente, aún cuando no veo los resultados de mis labores. También me motivan decidir servirle, a actuar en base a esa decisión, y a servirle con la actitud correcta.
“Pues si anuncio el evangelio… si lo hago de buena voluntad, recompensa tendré” (1Cor. 9:16,17). “Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? (Mat. 5:46). Cuando servimos a Dios o a nuestro prójimo, debemos evitar el intentar impresionar a los demás, “de otra manera, no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos”. En el servicio a Dios y a los demás, debemos seguir la guía del Señor y ser impulsados por el Espíritu Santo: “Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa” (1 Cor. 3:14). Las recompensas del Señor me animan a servirle fielmente, aún cuando no veo los resultados de mis labores. También me motivan decidir servirle, a actuar en base a esa decisión, y a servirle con la actitud correcta.
CON LA MIRADA EN EL FUTURO
Ya sea que le guste o no la idea de las recompensas, sabemos que éstas
serán distribuidas. “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante
el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho
mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo” (2 Cor. 5:10). Nuestra más profunda
y más alta motivación es agradar a Cristo –a quién debemos rendir cuentas al
final–. Para nosotros los Cristianos, el asunto del pecado ha sido totalmente
tratado en la cruz del Calvario, así que el significado de “sea bueno o sea
malo” debe referirse al valor relativo de las decisiones que tomamos en la
vida. Vivamos sabiamente. Busquemos
primero Su Reino. Invirtamos en lo que tiene valor eterno. Ciertamente,
nuestro más grande gozo es el complacerle y un día encontrarnos frente a frente
con el Señor. Como Él dijo a Abraham, “Yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera
grande” (Gén. 15:1). La mayoría de nosotros pasamos por esos días pesados y por
esas noches largas y oscuras -en los que a veces sentimos la tentación de darnos
por vencidos, de dejarnos arrastrar por la corriente secular-. Si esa es su
situación en estos momentos, mire hacia el futuro. “No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón” (Heb.
10:35).
¿Cuál galardón? ¿Qué es exactamente un “galardón” divino? ¡La anticipación
me llena de gozo, y en cuanto a los detalles, estoy dispuesto a dejarme ser gratamente
sorprendido!