EL MANIFIESTO DE
Por Nancy Leigh DeMoss
Una declaración personal y de grupo sobre credos, promesas e intento de
oración con el fin de que Jesucristo sea exaltado y que la gloria y el poder
redentor del amor de Dios puedan ser manifestados hasta en el último rincón de
la tierra.
-Creemos que Dios es el soberano todopoderoso Creador
de la vida y el universo, y que toda Su creación existe para Su deleite y para
traerle gloria. (1)
-Creemos que la creación de la humanidad -con el
hombre y la mujer como máximos representantes- fue una decisión intencionada y
maravillosa del plan sabio de Dios, y que ambos fueron creados para reflejar la
imagen de Dios en forma complementaria pero diferenciada a la vez. (2)
-Creemos que el pecado es lo que separa a los seres
humanos de Dios haciéndolos incapaces de reflejar Su imagen tal y como fue la
intención original de la creación. Nuestra única esperanza de restauración y
salvación la encontramos mediante el arrepentimiento por nuestros pecados; y
confiando en Cristo —quien vivió una vida perfecta y sin pecado—, quien murió por
nosotros y fue resucitado de los muertos. (3)
-Reconocemos que actualmente vivimos en una cultura
que no reconoce la autoridad de Dios para dirigir las actividades humanas, que
no acepta las Sagradas Escrituras como una norma de vida, y que está sufriendo
las consecuencias causadas por el abandono del plan de Dios para el hombre y la
mujer. (4)
-Creemos que Jesucristo está redimiendo este mundo
pecaminoso presentando cosas nuevas; y Sus seguidores están siendo llamados a
compartir con el mundo Sus propósitos redentores mediante el poder que El
otorga para transformar aquellos aspectos de la vida que han sido manchados y
alterados por el pecado. (5)
Como mujeres cristianas, deseamos
alabar a Dios llevando vidas que se opongan diametralmente a la cultura mundana
actual, y llevando vidas que reflejen al mundo la bienaventuranza de Jesucristo
y Su Evangelio.
POR TAL PROPÓSITO DECLARAMOS QUE...
-Las Sagradas Escrituras son el medio autorizado de
Dios para instruirnos y para revelarnos el Sacrosanto propósito de nuestra
feminidad, nuestro carácter, nuestras prioridades, nuestros roles, responsabilidades
y relaciones. (6)
-Glorificamos a Dios y gozamos de Sus bendiciones
cuando aceptamos con deleite abrazar sus designios, funciones y ley para
nuestras vidas. (7)
-Como pecadoras redimidas, no podemos vivir a plenitud
nuestra feminidad separadas del trabajo santificante del Evangelio y el poder
del Espíritu Santo que yace en nosotras. (8)
-Tanto el hombre como la mujer fueron creados a
semejanza de Dios y son iguales en valores y dignidad, pero sus deberes y
funciones son distintos en el hogar y en la Iglesia. (9)
-Estamos llamadas, como mujeres, a afirmar y alentar
el rol del hombre al buscar expresar su masculinidad basada en Jesucristo, y a
honrarlo y apoyarlo en su liderazgo cristiano en el hogar y en la iglesia. (10)
-El matrimonio, tal y como fue decretado por Dios, es
la relación sagrada, vinculante y duradera entre un hombre y una mujer. (11)
-Cuando respondemos en forma humilde al liderazgo
masculino, tanto en el hogar como en la iglesia, estamos demostrando una noble
sumisión a la autoridad que refleja la subordinación de Jesucristo a la
autoridad del Dios Padre. (12)
-La insistencia egoísta de hacer prevalecer nuestros
derechos personales es contraria al espíritu de Jesucristo quien se humilló y
sirvió sin esperar nada a cambio, y ofrendó Su vida para salvarnos a nosotros. (13)
-La vida humana es preciosa para Dios y debe ser
apreciada y protegida desde el momento de la concepción hasta que llega su
culminación debida. (14)
-Los niños son una bendición de Dios; y las mujeres
fueron diseñadas especialmente por El para ser dadoras y sustentadoras de vida,
ya sean sus propios hijos, biológicos o adoptados, u otros niños en su esfera
de influencia. (15)
-El plan de Dios para la especie humana es más amplio
que el matrimonio. Todas las mujeres, ya sean casadas o solteras, deben ser
modelos de feminidad en sus varias interrelaciones; haciendo gala de especial
modestia, sensibilidad y sutileza de espíritu. (16)
-El sufrimiento es una realidad inevitable en un mundo
degradado; en ocasiones seremos llamados a sufrir con el objeto de llevar a
cabo misiones piadosas —comprendiendo que más vale la recompensa divina que la
indulgencia mundana— todo por el bien del Evangelio y el avance del Reino de
Cristo en el mundo. (17)
-Las mujeres cristianas y verdaderas tienen la
responsabilidad de dejar un legado de convicción cristiana, y de discipular a
aquellas mujeres más jóvenes mostrándoles la forma en que Dios quiere que
moldeemos las futuras generaciones: Llevando vidas cristianas de fructífera
feminidad. (18)
Creyendo en lo anteriormente expuesto, declaramos nuestra intención y
deseo de convertirnos en “verdaderas mujeres” de Dios. Nos consagramos en hacer cumplir Su llamado y propósito para nuestras
vidas. Mediante Su gracia y en fiel dependencia en Su poder, nosotros:
1. Buscamos amar a Dios nuestro Señor con todo nuestro
corazón, alma, mente y fuerzas. (19)
2. Con alegría le cedemos el control de nuestras vidas
a Jesucristo nuestro Señor —diremos “Sí, Señor” a la palabra y a la voluntad de
Dios—. (20)
3. Seremos mujeres de la Palabra , buscando
constantemente crecer en nuestros conocimientos de las Sagradas Escrituras, y
vivir de acuerdo a una sana doctrina en todos los aspectos de nuestras vidas. (21)
4. Cultivaremos nuestra confraternidad y comunión con
Dios a través de la oración —honrándolo, dándole gracias, confesándole nuestros
pecados, intercediendo y suplicando—. (22)
5. Como mujeres vamos a sentirnos llenas de gratitud
por la misión especial que Dios nos ha dado en el mundo. Ello lo haremos con
humildad, con fe y con gozo. (23)
6. Constantemente buscaremos glorificar a Dios
mostrando virtudes como la modestia, la abnegación, la mansedumbre y el amor de
Dios. (24)
7. Mostraremos respeto a hombres y mujeres en general —creados
a la imagen de Dios—; considerando a otros como mejores que nosotros, buscando
animarlos constantemente, poniendo de lado las amarguras, los odios y las malas
expresiones. (25)
8. Seremos fieles en nuestro crecimiento cristiano en
nuestra iglesia, sujetándonos a nuestros líderes espirituales en el contexto de
la comunidad de fe. Usaremos las dotes que Dios nos ha dado para servir a
otros, para cimentar el Cuerpo de Cristo, y para cumplir con Sus propósitos
redentores en el mundo. (26)
9. Buscaremos el establecimiento de hogares cristianos
que manifiesten el amor, la gracia, la beatitud y las leyes de Dios; que
provean un clima favorable a la existencia, y que brinden hospitalidad
cristiana a aquellos fuera de nuestras paredes. (27)
10. Honraremos la santidad, la pureza y
la estabilidad del compromiso matrimonial —ya sea el nuestro o el de otros—. (28)
11. Recibiremos el regalo de los hijos
como una bendición de Dios, y los entrenaremos para que amen y sigan a
Jesucristo, y a que consagren sus vidas a propagar Su Evangelio y a expandir Su
Reino. (29)
12. Viviremos por el precepto bíblico
de Tito 2 —cual mujeres maduras, modelando santidad y entrenando a las jóvenes
para que agraden a Dios en todos los aspectos de la vida—; para que las mujeres
jóvenes que reciben la instrucción cristiana con mansedumbre y humildad y que
aspiran a ser mujeres maduras para Dios, se preparen muy bien para instruir a
las siguientes generaciones. (30)
13. Buscaremos las oportunidades para
compartir el Evangelio de Jesucristo con los no-creyentes. (31)
14. Mostraremos el amor de Cristo a
aquellos que sufren pobreza, enfermedades, a los oprimidos, a las viudas, los
huérfanos y los que están en prisión; alcanzándolos mediante el ministerio de la Palabra de Jesucristo
cubriendo sus necesidades prácticas y espirituales. (32)
15. Vamos a orar por la reformación y
el reavivamiento de la gente de Jesucristo, de manera que servirá de base para
el progreso del Evangelio y del Reino de Jesucristo en todas las naciones del
mundo. (33)
¿Y quién sabe si para esta hora has
llegado al reino? (Ester 4:14 RV)
TEXTOS DE APOYO:
1. 1 Cor. 8:6; Col. 1:16; Ap. 4:11
2. Gén.
1:26–27; 2:18; 1 Cor. 11:8
3. Gén.
3:1–7, 15–16; Mc. 1:15; 1 Cor. 15:1–4
4. Prov.
14:12; Jer. 17:9; Rom. 3:18; 8:6–7; 2 Tim. 3:16
5. Ef.
4:22–24; Col. 3:12–14; Tit. 2:14
6. Jos.
1:8; 2 Tim. 3:16; 2 Pe. 1:20–21; 3:15–16
7. 1
Tim. 2:9; Tit. 2:3–5; 1 Pe. 3:3–6
8. Jn.
15:1–5; 1 Cor. 15:10; Ef. 2:8–10; Fil. 2:12–13
9. Gén.
1:26–28; 2:18; Gal. 3:26–28; Ef. 5:22–33
10. Mc.
9:35; 10:42–45; Gén. 2:18; 1 Pe. 5:1–4; 1 Cor. 14:34; 1 Tim. 2:12–3:7
11. Gén.
2:24; Mc. 10:7–9
12. Ef.
5:22–33; 1 Cor. 11:3
13. Lc.
13:30; Jn. 15:13; Ef. 4:32; Fil. 2:5–8
14. Sal.
139:13–16
15. Gén.
1:28; 9:1; Sal. 127; Tit. 2:4–5
16. 1
Cor. 11:2–16; 1 Tim. 2:9–13
17. Mt.
5:10–12; 2 Cor. 4:17; Sant. 1:12; 1 Pe. 2:21–23; 3:14–17; 4:14
18. Tit.
2:3–5
19. Deut.
6:4–5; Mc. 12:29–30
20. Sal.
25:4–5; Rom. 6:11–13, 16–18; Ef. 5:15–17
21. Hech.
17:11; 1 Pe. 1:15; 2 Pe. 3:17–18; Tit. 2:1, 3–5, 7
22. Sal.
5:2; Fil. 4:6; 1 Tim. 2:1–2
23. Prov.
31:10–31; Col. 3:18; Ef. 5:22–24, 33b
24. Rom.
12:9–21; 1 Pe. 3:1–6; 1 Tim. 2:9–14
25. Ef.
4:29–32; Fil. 2:1–4; Sant. 3:7–10; 4:11
26. Rom.
12:6–8; 14:19; Ef. 4:15, 29; Heb. 13:17
27. Prov.
31:10–31; 1 Tim. 5:10; 1 Jn. 3:17–18
28. Mt.
5:27–28; Mc. 10:5–9; 1 Cor. 6:15–20; Heb. 13:4
29. Sal.
127:3; Prov. 4:1–23; 22:6
30. Tit.
2:3–5
31. Mt.
28:19–20; Col. 4:3–6
32. Mt.
25:36; Lc. 10:25–37; Sant. 1:27; 1 Tim. 6:17–19
33. 2
Cr. 7:14; Sal. 51:1–10; 85:6; 2 Pe. 3:9
©
Nancy Leigh DeMoss. Revive Our Hearts/Aviva Nuestros Corazones. Usado con Permiso.


