martes, 6 de mayo de 2014

VIDA PLENA PARA DAR EJEMPLO 5 mayo

VIDA PLENA PARA DAR EJEMPLO


Por Faustino de Jesús Zamora Vargas






“Sin embargo, por esto hallé misericordia, para que en mí, como el primero, Jesucristo demostrara toda Su paciencia como un ejemplo para los que habrían de creer en El para vida eterna.” 1 Timoteo 1:16


“El es el que modela el corazón de cada uno de ellos; El es el que entiende todas las obras de ellos.” Salmos 33:15


Cristo es nuestro modelo por excelencia. No hay otro. A través del tiempo han existido hombres y mujeres piadosos que mostraron una vida de consagración y de visible integridad, pero no hay uno solo, ni por su relación con el Señor, ni su prójimo que haya resultado inmaculado e irreprochable. El modelo y el ejemplo es nuestro Señor Jesucristo. Las misericordias del Dios altísimo se han manifestado por siglos a la iglesia fundada por su Hijo aquel Pentecostés glorioso del primer siglo que marcó la pauta de un nuevo curso en la historia del pueblo de Dios. El advenimiento del Espíritu Santo y la manifestación de los dones espirituales en el creyente, iniciaron, junto a la expresión de las más hermosas bendiciones de Dios para sus hijos, la corrida desenfrenada de algunos hacia la falsificación y la errónea interpretación de la Palabra infalible de Dios.

No hay méritos humanos suficientes, ni obras idóneas concluyentes que satisfagan los anhelos del Señor. El Señor sólo quiere obediencia y permanencia en Él para hacer cumplir sus promesas de bendición. Él nos declaró santos, apartados para Él desde el mismo momento en que nos rendimos a Él al reconocer el sacrificio de Jesús en la cruz y creer que es el Salvador del mundo, único redentor que pagó por nuestras culpas, murió en nuestro lugar y resucitó de entre los muertos. Nadie tiene el derecho de usurpar el derecho exclusivo de Dios de ser adorado y exaltado entre los hombres. El ejemplo a seguir es Cristo: “Para esto fueron llamados, porque Cristo sufrió por ustedes, dándoles ejemplo para que sigan sus pasos. (1 Pe 2.21).

El apóstol Pablo sugirió en algunas de cartas que los hermanos le imitaran, pero dejó claro que a quien se debía imitar era a Cristo: “Sean imitadores de mí, como también yo lo soy de Cristo” (1 Co 11.1). Es Cristo el motivo de imitación e inspiración; jamás, y en ninguna condición, el hombre. Igualmente, en el ánimo de que su colaborador Timoteo mostrara una conducta humilde y ejemplar ante sus consiervos, daba gracias a Dios por las infinitas misericordias mostrada con él, quien habiendo sido un perseguidor y escarnecedor de la iglesia (…el peor de los pecadores, según se calificó a sí mismo), halló gracia ante Dios para ser su mensajero y apóstol a muchas naciones y llamaba a ser imitado por aquellos que creían en Jesús para vida eterna. El enfoque de la imitación no era Él, sino Cristo.

Jesús decía imitar al Padre. Examinemos las siguientes expresiones:

-¿Acaso no crees que yo estoy en el Padre, y que el Padre está en mí? Las palabras que yo les comunico, no las hablo como cosa mía, sino que es el Padre, que está en mí, el que realiza sus obras. (Juan 14.10)

-“Nada hago por mí mismo, sino que según me enseñó el Padre, así hablo” (Juan 8:28d)



Cristo, único digno de alabanza y adoración. El Señor de Señores, exaltado por el Padre. ¿En quién estas poniendo tus ojos para imitarle? ¿Quién modela tu vida para transformarla desde lo más profundo de tu ser? Mi oración es que pongas tus ojos en Jesús, el cordero inmolado, el siervo sufriente que padeció para presentarnos al Padre santos, sin culpas y sin manchas porque fuimos escogidos por Él antes de la fundación del mundo. (Efesios 1.4). Ud. puede creerlo o no, pero lo que dice la Palabra es que, habiendo creído en Jesús y en la obra que realizó por voluntad y designio del Padre, Él, y no los hombres, no por los méritos nuestros, sino por los de Cristo, nos ha declarado SANTOS, separados para darle honra y gloria.

Una vida plena se vive desde esta convicción. Lo contrario es poetizar y edulcorar el precioso evangelio del único que vive para que tengamos vida, plena y abundante. ¡Dios te bendiga!









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