MUJERES DEL NUEVO TESTAMENTO –
ABRAHAM KUYPER
La mujer cananea “Y he aquí que una mujer cananea, que había salido de aquellos confines, gritaba diciéndole: ¡Señor, Hijo de David, ten compasión de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio” (Mateo 15:22). Léase: Mateo 15:21-28; Marcos 7:24-30.
Por el
relato no podemos decir si esta mujer se convirtió. Sólo que Jesús alabó su fe
y por ella consiguió que su hija fuera librada del demonio, pero no sabemos si
su fe era verdadera fe para la salvación. Se nos dice que la mujer insistió, a
pesar de ser rechazada su petición repetidamente y que finalmente Jesús accedió
a concederle lo que le pedía. No se nos habla pues de gracia espiritual. Vemos
que la comparación que hace Jesús de esta mujer, “echar pan a los perrillos” la
clasifica como extraña al pueblo de Israel, no perteneciente al pacto. La mujer era cananea, descendiente del
antiguo pueblo que ocupaba Canaán antes de la llegada de los Israelitas.
Habitaba cerca de Tiro y Sidón, ciudades de pésima reputación.
La mujer
tenía fe en que Jesús podía curar a su hija. Fe en un milagro. Podemos suponer
que esta fe no era el producto de una tendencia natural, sino el resultado de
la gracia común de Dios, que permitió el encuentro de esta mujer con su amado
Hijo. Como resultado de esta entrevista y del milagro, el pueblo de Israel fue
abochornado por su incredulidad. Esta mujer extranjera se adhería al Mesías,
aunque esta adhesión fuera externa. Era una protesta contra la orgullosa
creencia de los israelitas de que ellos habían de ser para siempre la única
nación favorecida.
Dios
tiene compasión y libra a los hombres de la miseria humana, sin necesidad de tratarse
de la gracia que genera fe salvadora. La mujer nos enseña que en toda situación
aflictiva hemos de orar. La mujer cananea oró de modo inteligente: sabía que
Jesús podía salvar a su hija. Perseveró y venció.
Es
verdad que no pedía una bendición espiritual, ni para ella ni para su hija. A
pesar de ello, nos enseña algo sobre el misterio de la oración. Hay que orar
sin la menor insinuación de duda. Hay que rendirse a la suprema soberanía de
Dios. Cuanto más era reprendida con más intensidad pedía. Ya nos dice Santiago
que el que ora dudando es como una “ola del mar echada de acá para allá por los
vientos”. Esta mujer era lo opuesto. La fe es posible en el no creyente, aunque
en este caso no se trata de la fe genuina, verdadera, que obra para salvación.
Preguntas sugeridas para estudio y
discusión:
1. ¿Qué significa la frase: “No está
bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos?
2. ¿Nos avergüenza a veces Dios,
dándonos como ejemplo “la fe en lo milagroso” hasta en un pagano?
3. ¿Qué nos enseña esta mujer respecto
a la oración y a la perseverancia?