MUJER PIADOSA: ELISABETH ELLIOT
Por Verónica Vilugrón
Amigas... ¿amamos a Dios de la misma manera que Elisabeth Elliot?... ¡¡¡El
es digno!!! Probablemente no has oído hablar de ella, a pesar que tipifica la clase
más profunda de dar, la clase que puede venir solo del corazón.
Su nombre es Elisabeth Elliot. A principios de la década del 50,
acompañó a un grupo de misioneros que fue a Ecuador con la esperanza de
alcanzar a los indios quichuas. Entre el grupo había un joven llamado Jim, que
la había estado cortejando desde 1947. Mientras trabajaban juntos, dedicando
sus vidas a servir a los indios ecuatorianos, decidieron darse el uno al otro y
se casaron.
Cuando Jim y otros cuatro misioneros se sintieron impulsados a hacer
contacto con otro pequeño grupo de indios que vivía en el área llamada el Auca,
habían estado juntos por dos años y tenían una hija de diez meses llamada
Valerie. El registro más antiguo de algún contacto con ellos se refería al
asesinato de un sacerdote en los años 1600. Desde entonces habían atacado a
cada extraño que se adentrara en su territorio. Incluso los demás indios
ecuatorianos los evitaban debido a su brutalidad. Mientras Jim y los otros se
preparaban para hacer contacto, Elisabeth sabía que los cinco hombres estarían
poniendo en peligro sus vidas. Pero estaba resuelta. Ella y Jim habían
entregado sus vidas a esta misión. Durante varias semanas, uno de los misioneros
que era piloto sobrevoló en una pequeña avioneta una villa auca dejando caer
provisiones y otros artículos como regalos. También incluían fotografías de
ellos mismos para preparar a la gente de la tribu para su primer contacto.
Varias semanas después, Jim y otros cuatro aterrizaron en una pequeña
franja de playa en el río Curaray y establecieron el campamento. Allí hicieron
contacto con tres aucas, un hombre y dos mujeres, que parecían ser amistosos y
receptivos. En los días siguientes, conocieron a varios otros. En sus reportes
por radio, decían a sus esposas que parecían estar haciendo un progreso
significativo en materia de amistad con la tribu.
Pero unos pocos días después, los misioneros no se reportaron a la hora
convenida. Sus esposas esperaron en vano junto al receptor de radio; pero
pasaron los minutos, después las horas, y luego un día. Elisabeth y los otros
empezaron a temer lo peor.
Un grupo de socorro salió en su busca, pero volvieron con malas
noticias. Habían encontrado el cuerpo de un hombre blanco flotando en el río.
Luego, uno a uno, fueron descubriendo los demás cuerpos. Habían sido lanceados
por los aucas. Los cinco hombres estaban muertos.
Bajo tales circunstancias cualquiera
persona en la situación de Elisabeth Elliot se hubiera ido a casa. Una cosa era renunciar a una vida
cómoda en los Estados Unidos y otra era renunciar a su esposo. Pero Elisabeth
tenía un corazón verdaderamente generoso. A pesar de su terrible pérdida, se
quedó para ayudar a los quichuas, con los que estaba viviendo.
Lo que sucedió después fue aun más notable. Otros misioneros continuaron
tratando de hacer contacto con una aldea auca. Después de dos años, tuvieron
éxito. Inmediatamente, Elisabeth Elliot se dirigió hasta allí. ¿Iba a buscar
venganza? No. Iba para trabajar con la gente y servirles. Vivió y trabajó entre
los aucas por dos años, y muchos de ellos (incluyendo a dos de los siete
hombres que habían dado muerte a su esposo) aceptaron gustosos el mensaje del
amor de Dios que ella les llevaba.
Meditemos cada una de nosotras... ¿estaríamos dispuestas a seguir
adelante con el trabajo misionero como hizo Elisabeth?
Oremos al Señor que nos de mas amor por el, que nuestra devoción a Dios
nos lleve a perderlo "todo" por su causa. ¡¡¡Bendiciones amigas!!!


